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COVID Days 3 - Euforia

If I could have the words to say The sun shines in your eyes So brighten up my city sky ... Ahora si, parece ser, me hice mayor. Y no siento orgullo ni placer; satisfacción, consuelo o redención al descubrirlo. No dispongo de buena pluma para ilustrarlo, ni suficiente luz para alumbrarlo. Me apago. Eso siento. Siento que me apago. Qué divertida resulta la euforia sentida (o resentida) al escuchar canciones del pasado. Siempre me he preguntado de dónde viene. Llevo preguntándomelo muchos años. Una suerte de "golpetazo", un "eh... ¡despierta coño!, sigues ahí, eres tú... ¿no te acuerdas?" - ¿Dime?... Disculpa, estaba distraída. ¿Yo? No me vengas con mandangas. Resultas un tanto pesada y poco ilustrada. Ignorante con ínfulas. Si algo uno aprende es a temerse en el tiempo y el espacio, en el espacio-tiempo.  Apagar humos. Deshinchar ego. Acallar soberbia y orgullo. Mantener compostura. No vayas a pensar...  ... Qué bien lo ilustró Francis Bacon. A hostia limpia con el e...

COVID Days 2- Equilibrio entre "trabajo" y "vida"

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“El hombre sabe al fin que está solo en la inmensidad indiferente del Universo, de donde ha emergido por azar. Igual que su destino, su deber no está escrito en ninguna parte. Puede escoger entre el reino y las tinieblas”.  Así concluye "El azar y la Necesidad". Un libro publicado en 1970, pequeño y accesible, cuyo título se inspira en la cita atribuida a Demócrito «todo cuanto existe es fruto del azar y la necesidad» . Su autor, Jacques Monod (Nobel de Medicina en 1965 junto a François Jacob y Andre Lwoff, «por sus descubrimientos referentes al control genético de la síntesis de enzimas y virus») estaba interesado en "clarificar la relación del hombre con el universo"; ni menos, ni más.   - … silencio en el bar  - … "clarificar la relación del hombre con el universo”  - … silencio en el bar. Situación incómoda. Bajuna.  - … oye ¿habéis visto el bulo ese sobre el ARN mensajero de las vacunas de Pfizer y Moderna? Dicen que no te cambia el ADN ni se fabrica c...

COVID Days 1 - Atontamiento y dolor.

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Me dice mi padre, ¿qué tal estás? Y le respondo, igual que ayer. Joder igual que ayer, me dice, y le digo si... ¿qué esperas que haya pasado desde ayer? Mi padre tiene 27 años más que yo. Ni siquiera recuerdo cuando comencé con este blog. ¿Fue en 2006 o 2007? Ni puta idea... No sé si tendría ya yo 40 o 39 o 38. El caso es que mi padre tenía 27 años cuando yo nací, así que si no calculo mal, deberá cumplir 81 años el próximo mes de Marzo. El 1 de Marzo exactamente. Yo cumpliré 53 en Abril. Cuando empecé a escribir este blog me sentía todavía joven y lozana. La gente me echaba 10 años menos. Aparentaba estar yo en la década de los 20. Cercana a los 30 si, pero en la de los 20. Joven. Punto. Lozana. Primaveral. Con ya casi 53 me he dado cuenta de que aquel regustillo que siempre aprecié desde que tengo uso de razón. Esa COSA de estar sentado en un banco como un viejo al solete en pleno día de invierno hundiendo mi pronunciada barbilla bajo la cremallera del plumas. Ese meter las manitas m...

Desentendiéndose del tiempo

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LA MONTAÑA MÁGICA, THOMAS MANN CAPÍTULO VII Un paseo a la orilla del mar ¿Puede narrarse el tiempo, el tiempo en sí mismo, por sí mismo y como tal? No, esto sería en verdad una empresa absurda. Una narración en la que se dijera: “El tiempo transcurría, se esfumaba, el tiempo fluía” y así sucesivamente… Ningún hombre en su sano juicio consideraría algo así como un relato. Sería, poco más o menos, como si se pretendiese mantener febrilmente una única nota, o un único acorde durante una hora y eso se hiciera pasar por música. La narración se parece a la música en que se desarrolla en el tiempo, ”llena el tiempo de elementos con sentido”, lo “subdivide” y con ello crea la sensación de que “pasa algo”, por citar, con la piedad melancólica que se concede a las palabras de los difuntos, las expresiones que solía utilizar el buen Joachim: palabras que se llevó el viento hace ya mucho… de hecho, no sabemos si el lector es claramente consciente del tiempo a que se remontan. El tiempo es el...

Pan y circo.

Antes de nada voy a pedir a cualquier alma sensible que haya comenzado a leer este post abandonar la tarea de inmediato. Lo mismo debe hacer todo aquel menor de 30/40 que espere año tras año la llegada de los Magos de Oriente con ilusión extrema e inmutable hasta tal punto que mataría a cualquiera que moviera una figurita de su Portal de Belén o sustituyera un polvorón de la despensa por un Ferrero Rocher. También voy a aclarar que he leído los evangelios (todos, el de Mateo también, hace mucho, sí, pero leídos están), que he disfrutado como una posesa durante mi infancia de esa gran fiesta en la que amanecía lanzándome como loca al salón de mi casa para descubrir el “tresillo” lleno de regalos, que me lo creía y que dejé de creérmelo bien joven (allá por los 7 u 8 años, si no antes), que seguí disfrutando como una posesa aún consciente del engaño, que ha pasado el tiempo y ya me aburro pero que, aun aburriéndome, conservo “la tradición”… Bien, tras el disclaimer entro al gran...

Sentir y poder contarlo.

No sé el resto de la humanidad pero, en ocasiones, yo siento la necesidad de traducir en palabras lo que siento. O no lo que siento, quizás tan solo lo que ha sucedido en un momento dado, un mero accidente, algo superficial. Aun en este último caso, estoy segura de que, en cierta manera, necesito sacar la sensación que reposa en todo aquello. Siempre he entendido esta tarea como algo más estético que filosófico que científico. O las tres cosas quizás. Si buscamos la definición de “objetivar” (verbo que no me canso de utilizar) empezaremos ya por hacernos un buen lío porque “objetivar” significa dar un carácter objetivo a una idea o sentimiento, es decir, sacarlo del sujeto para referirse al objeto en sí mismo (con independencia de la propia manera de pensar o de sentir). Es una tarea a priori desapasionada y desinteresada… ¿Pero cómo transformar una mera sensación en algo que existe realmente y con independencia al sujeto que lo conoce? Paparruchas. La historia del arte es...

Whiplash (Damien Chazelle, 2014). 103 minutos de obsesión y contrapunto a dos voces.

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Pensad en esa idea fija que os atormenta. ¿Por qué os atormenta? Porque no es bien recibida. Vuestra consciencia os dice que no y, sin embargo, sentís un impulso que os impide deteneos. Os sentís ansiosos, incómodos, deprimidos, locos. Dicen que no hay arte sin obsesión y que ésta está ligada íntimamente al proceso creativo. Está en juego la vida, ni más, ni menos. Una obsesión puede hacernos muy felices, pero también aniquilarnos. En mi opinión, con cierto control racional (dificil, lo sé), puede ofrecernos momentos vitales muy intensos. En el peor de los casos, seremos arrojados a un vacío en el que uno (más o menos) puede acostumbrarse a vivir (1). Hay un cuento enorme titulado “ La obra maestra desconocida ” de Honoré de Balzac. Este cuento obsesionó a muchos artistas en crisis. El mismísimo Picasso no solo nos dejó unos cuantos aguafuertes para ilustrarlo sino un famoso guiño a Frenhofer (el protagonista del cuento) apodado Guernica (qué me decís del pie que aparece abajo a la...