Crematorio. Rafael Chirbes
"Vosotros leéis los libros, os miráis en ellos, os reconocéis, o creéis reconoceros, y decís, yo soy éste, yo soy aquél o el de más allá... Pero yo soy el que ni se mira ni se reconoce ni se encuentra en lo que escribe, y no sé si achacar ese no estar a que eso es así siempre o a cosas a lo mejor genéticas, achacarlo a que mi padre me pegó y me dejó solo, y no me enseñó a pegarles a los demás, a dejarlos solos, y ya se sabe que, con esa educación, estás condenado a ser tú la víctima; o a que no me llevó en brazos, ni a caballo sobre sus hombros, el cogote fuerte y rapado de papá entre las frágiles piernas del niño, nunca sentí eso, no me llevó de la mano, no me traspasó eso que no sabemos lo que es pero que luego tanto hemos necesitado. O quizás sea que me traspasó los genes podridos que a él lo llevaron a suicidarse porque no sabía qué hacer con el pedazo de vida que le quedaba... Juan grababa sus improperios contra la literatura: Basura sentimental que consuela a los flojos y lava a los malvados. Que se queden con mis historias, con cuanto escribí para curarme y no me ha curado. Cuando Matías bromeaba con él, y le decía: Si odias tanto la literatura, ¿para qué escribes?, él respondía con aquello que Charlot le decía a Claire Boom -creí que odiaba usted el teatro- en Candilejas: También odio la sangre, pero me corre por las venas. No busques más explicación. Eso que tanto odiamos es lo que hay dentro. Esos elementos son nuestra vida y, sin embargo, los odiamos. Cómo nos gusta un cuerpo, nos parece algo milagroso, sagrado, pero rompes el paquete intestinal, y el suelo se llena de sangre y de los restos de cereales que el tipo se acaba de comer, las legumbres a medio masticar, los garbanzos, las lentejas, una masa espesa y maloliente..."
Página 333, habla Federico Brouard, escritor. Habla para Juan, su biógrafo y marido de Silvia, la sobrina de Matías Bertomeu. La muerte de este último abre el mecanismo de la novela "Crematorio" de Rafael Chirbes. Voy por la página 333 y comienzo la siguiente. Quedan 82 para el final y ya es momento de hablar de ella. Porque el final siempre cierra y uno pasa página, a otra cosa mariposa, y todo aquello que he compartido al leerla, se termina y pasa a ser memoria polvorienta.
La verdad es que no es este un libro en el que uno pueda reconocerse con nada ni con nadie en particular. Hablan 6 personajes, más o menos, porque no sé cuantos son realmente. Matías el muerto, un ideólogo que cambia la revolución violenta por la agricultura; su antiguo amigo Rubén, arquitecto y constructor, "materialista sin escrúpulos" para todos los que le quieren; su hija Silvia, restauradora y enamorada (muy por dentro) del ideal "Matías"; su marido Juan, un catedrático de literatura bastante frío y racional; Ramón Collado, la sombra débil de Rubén y el brazo ejecutor de todo lo sucio... víctima además de las drogas, las putas y los ajustes de cuentas... Y esto, no dice nada de ellos. Más bien los mancha. El libro es Chirbes... dividido en unos cuantos... Una reflexión profunda, madura y tremendamente lúcida sobre lo que somos, nuestros ideales y en lo que nos convertimos. Una reflexión, finalmente, sobre la vida y la muerte, sobre las personas... en el mundo. Hay una cosa importante en la novela: la amistad de los tres personajes principales: Matías Bertomeu, Rubén Bertomeu y Federico Brouard. Uno de ellos ha muerto, pero está presente en todo el libro... es la tierra sobre la que el resto de los personajes siembran (algunos más que otros). Todos discuten sobre arte, sobre poder, vicio, amor, infancia, deseos, ansiedades, objetivos, amistad, ilusiones, trascendencia... Objetivamente, quizás hablen de literatura, política, comunismo, materialismo, ciencia, cultura, putas, sexo... pero realmente hablan de ellos, de las personas y su comportamiento. Este tipo es capaz de colarse en la sangre y circular entre las entrañas de un cuerpo. Chirbes se nos abre, maravillosamente en el caso de Ramón Collado y algún otro. Nos habla de su cuerpo o del de otros, de su sexo, de su cabeza, de cada uno de sus órganos... Y es aquí donde uno, más que encontrarse, se regocija.
Es uno de los libros más íntimos que he leído, sin ser intimista; y eso, me gusta. Está maravillosamente escrito, todo un bloque, sin puntos y aparte, con diálogos intercalados, con tiempos verbales cambiantes... saltando del pasado al presente, unos personajes hablando sobre otros, otros expuestos en pelotas ante el lector. El muerto, dibujado por el recuerdo del resto de invitados a la fiesta. Es un libro del que no debería hablar... realmente no creo que pueda comentarse ningún libro sin reducirlo a cenizas. Pero gracias a que se habla de los libros, gracias a una presentación que leí en "El cultural", corrí hasta Fuentetaja para comprar Crematorio... así que... quedo agradecida, porque creo que es de las mejores novelas que he leído... Aunque... llevo un tiempo en el que me ocurre lo mismo con todas las que leo... Así que quizás debo dar gracias al destino por atinar tanto...
Estoy hablando de una obra cojonuda, de una autopsia. Me importa un pimiento lo que otros digan tras leerla. También sé que no todo el mundo puede leer esto. Ni disfrutarlo como yo lo estoy disfrutando. Solo me queda expresar mi agradecimiento más sincero a Rafael Chirbes, por escribir y hacerlo tan bien. Por ofrecerme una pelea hasta el límite consigo mismo y no el bloque monótono de una identidad finita, por mostrarme la pluralidad del yo, las contradicciones, réplicas y contrarréplicas de uno mismo, por sumergirse en el fango más pestilente y hacer que suene a música celestial sin aditivos, tal cual es. Por supuesto que los personajes del libro sí son identidades cerradas, reconocibles, pero todos ellos nacen del autor y el conjunto podría estar en la cabeza de una sola persona.
Es probable que por ahí se digan cosas más chulas como que "en esta desoladora novela, que aspira a capturar el todo, Chirbes despliega ante nuestros ojos un mundo abandonado por los dioses en el que las palabras y las ideas son solo envoltorios, y el arte y la literatura juguetes inanes... Crematorio indaga, con implacable pulso narrativo, algunas de las contradicciones más dolorosas del hombre contemporáneo"
Debo decir que he leído antes "Los disparos del cazador" una pequeña joya que ya me dejó tocada y preparada para Crematorio. De hecho, habla casi de lo mismo pero de otra manera. Es una novela mínima -como un capítulo de Crematorio- y soberbia... pero resulta como un postre o un café al lado de la bacanal que supone Crematorio.
Chirbes tiene un montón de novelas. La próxima que leeré será... La buena letra. Dicen que es la mejor... pero yo dudo que pueda superarse esto.
Página 333, habla Federico Brouard, escritor. Habla para Juan, su biógrafo y marido de Silvia, la sobrina de Matías Bertomeu. La muerte de este último abre el mecanismo de la novela "Crematorio" de Rafael Chirbes. Voy por la página 333 y comienzo la siguiente. Quedan 82 para el final y ya es momento de hablar de ella. Porque el final siempre cierra y uno pasa página, a otra cosa mariposa, y todo aquello que he compartido al leerla, se termina y pasa a ser memoria polvorienta.
La verdad es que no es este un libro en el que uno pueda reconocerse con nada ni con nadie en particular. Hablan 6 personajes, más o menos, porque no sé cuantos son realmente. Matías el muerto, un ideólogo que cambia la revolución violenta por la agricultura; su antiguo amigo Rubén, arquitecto y constructor, "materialista sin escrúpulos" para todos los que le quieren; su hija Silvia, restauradora y enamorada (muy por dentro) del ideal "Matías"; su marido Juan, un catedrático de literatura bastante frío y racional; Ramón Collado, la sombra débil de Rubén y el brazo ejecutor de todo lo sucio... víctima además de las drogas, las putas y los ajustes de cuentas... Y esto, no dice nada de ellos. Más bien los mancha. El libro es Chirbes... dividido en unos cuantos... Una reflexión profunda, madura y tremendamente lúcida sobre lo que somos, nuestros ideales y en lo que nos convertimos. Una reflexión, finalmente, sobre la vida y la muerte, sobre las personas... en el mundo. Hay una cosa importante en la novela: la amistad de los tres personajes principales: Matías Bertomeu, Rubén Bertomeu y Federico Brouard. Uno de ellos ha muerto, pero está presente en todo el libro... es la tierra sobre la que el resto de los personajes siembran (algunos más que otros). Todos discuten sobre arte, sobre poder, vicio, amor, infancia, deseos, ansiedades, objetivos, amistad, ilusiones, trascendencia... Objetivamente, quizás hablen de literatura, política, comunismo, materialismo, ciencia, cultura, putas, sexo... pero realmente hablan de ellos, de las personas y su comportamiento. Este tipo es capaz de colarse en la sangre y circular entre las entrañas de un cuerpo. Chirbes se nos abre, maravillosamente en el caso de Ramón Collado y algún otro. Nos habla de su cuerpo o del de otros, de su sexo, de su cabeza, de cada uno de sus órganos... Y es aquí donde uno, más que encontrarse, se regocija.
Es uno de los libros más íntimos que he leído, sin ser intimista; y eso, me gusta. Está maravillosamente escrito, todo un bloque, sin puntos y aparte, con diálogos intercalados, con tiempos verbales cambiantes... saltando del pasado al presente, unos personajes hablando sobre otros, otros expuestos en pelotas ante el lector. El muerto, dibujado por el recuerdo del resto de invitados a la fiesta. Es un libro del que no debería hablar... realmente no creo que pueda comentarse ningún libro sin reducirlo a cenizas. Pero gracias a que se habla de los libros, gracias a una presentación que leí en "El cultural", corrí hasta Fuentetaja para comprar Crematorio... así que... quedo agradecida, porque creo que es de las mejores novelas que he leído... Aunque... llevo un tiempo en el que me ocurre lo mismo con todas las que leo... Así que quizás debo dar gracias al destino por atinar tanto...
Estoy hablando de una obra cojonuda, de una autopsia. Me importa un pimiento lo que otros digan tras leerla. También sé que no todo el mundo puede leer esto. Ni disfrutarlo como yo lo estoy disfrutando. Solo me queda expresar mi agradecimiento más sincero a Rafael Chirbes, por escribir y hacerlo tan bien. Por ofrecerme una pelea hasta el límite consigo mismo y no el bloque monótono de una identidad finita, por mostrarme la pluralidad del yo, las contradicciones, réplicas y contrarréplicas de uno mismo, por sumergirse en el fango más pestilente y hacer que suene a música celestial sin aditivos, tal cual es. Por supuesto que los personajes del libro sí son identidades cerradas, reconocibles, pero todos ellos nacen del autor y el conjunto podría estar en la cabeza de una sola persona.
Es probable que por ahí se digan cosas más chulas como que "en esta desoladora novela, que aspira a capturar el todo, Chirbes despliega ante nuestros ojos un mundo abandonado por los dioses en el que las palabras y las ideas son solo envoltorios, y el arte y la literatura juguetes inanes... Crematorio indaga, con implacable pulso narrativo, algunas de las contradicciones más dolorosas del hombre contemporáneo"
Debo decir que he leído antes "Los disparos del cazador" una pequeña joya que ya me dejó tocada y preparada para Crematorio. De hecho, habla casi de lo mismo pero de otra manera. Es una novela mínima -como un capítulo de Crematorio- y soberbia... pero resulta como un postre o un café al lado de la bacanal que supone Crematorio.
Chirbes tiene un montón de novelas. La próxima que leeré será... La buena letra. Dicen que es la mejor... pero yo dudo que pueda superarse esto.
Comentarios
Si quería decirnos que la novela le ha gustado se podría haber ahorrado el 95% de su blog.
Respecto a lo de las ramas...¿no ve usted el dibujito de arriba?
Y eso a lo que usted llama crítica literaria (?)... no es más que una declaración de amor en toda regla. ¡Que poca percepción!
Una recomendación: Ramiro Pinilla, su trilogía "Verdes valles, colinas rojas".
I like jazz
Pues me apunto también "Los viejos amigos". También me recomendó otro amigo que leyera "La buena letra"...
Tenemos Chirbes para rato.
Saludos!
Anoto "La buena letra". Esperaré un tiempo para leerla, dejaré reposar las novelas de Chirbes, un descanso para volver con más ánimo a esa "buena letra" y otras que quedan pendientes. Posiblemente, este tiempo lo ocupará "El cuaderno dorado" de Doris Lessing, alternará, como sucedió con Chirbes, con "Los ensayos" de Michel de Montaigne.