Pecando, que es gerundio...

Tenía por ahí un texto guardado para revisar y me ha costado un rato encontrar el link. La información en la red se multiplica con más rapidez que los gremlins y los lemmings… Pero lo encontré!! Era una referencia al texto de José Javier Esparza Los ocho pecados capitales de arte contemporáneo, publicada en ArteSpain.

La verdad es que me quedé un poco “tiesa” con estos pecados, y me los guardé para meditar mientras me comía un bocadillo de salchichón.

Lo más alucinante es que, durante mi búsqueda, he encontrado otro link. Una entrevista realizada hace algo más de un año por Virginia Ródenas (que creo que lleva unos 24 años – dos para arriba, dos para abajo - en la plantilla de ABC, y no me equivoco mucho) al autor. Inenarrable. Imprescindible. Leedlo aquí. Ya veré si me surge algún penseé cuando asimile esta joyita.

Ya que estamos, os dejo también los pecados para que reflexionemos todos juntos. Mientras, voy a sacar el cuello por la ventana a ver si veo algo del eclipse mientras me deleito en el buen humor que me ha dejado esta jugosa entrevista que pienso enmarcar en la pared que tengo justo frente a la taza. Ese lugar donde se medita de forma tan especial.

Por supuesto, no me iré sin poner entre (paréntesis) un comentario al pecado.

1. Búsqueda obsesiva de la novedad, objetivo fundamental del creador. El artista no aspira a crear una buena obra, sino una obra nueva, que sorprenda por su novedad.

(No sé por qué se habla de novedad cuando la mayor parte de los artistas que nos venden como “innovadores” - o sea, todos - lo único que buscan son cambios, variaciones, transformaciones de lo visto, renovaciones, alteraciones… todas estas palabrejas que podrían utilizarse como sinónimos de “crear”. Yo ya no sé que significa “novedad” en este mundillo. Es una expresión “casi” anacrónica.)

2. Desaparición de significados inteligibles. Si no se entiende, mejor. Si se entiende, el artista cree que ha fracasado.

(No. Si no se entiende, es porque somos tontos (o sea, perezosos). Así es. Tal es el nivel al que ha llegado la concentración del mensaje en el propio artista, enajenado y embriagado de sí mismo. No hay nada más absurdo que construir discursos ininteligibles pero cargados de cultismos – otra palabra que podríamos dejar de utilizar y cambiar por “cientifismos” o “filosofismos” o “boutardismos” – para explicar una obra que “vayanustedesasaber dedóndesale”. Dicho esto, creo que el arte contemporáneo es tan inteligible como el de hace tres o 10 siglos… sólo es necesario querer entenderlo)

3. Transversalidad de los soportes, todo vale, el propio soporte se convierte en arte. ¿Pero pueden ser arte paquetes de cigarrillos pegados sobre muebles o latas apiladas?

(Esto no es un pecado del arte contemporáneo… ¿Alguien sabe lo que significaba la utilización de ciertos pigmentos – algunos más caros que otros – en la pintura religiosa renacentista o lo que significa que el santo tenga un dedo para arriba o dos? Vale, si… no es lo mismo… O si)

4. La consagración de lo efímero.

(¿?)…

5. La vocación nihilista, la carrera desenfrenada por destruir cualquier referencia sólida, estable.

(¿?)…

6. Apariencia de subversión, cuando en verdad está en gran parte subvencionada desde el poder de turno, que sigue sin entender ese arte, pero que se siente moderno amparándolo.

(Vaya… o sea que el rey va desnudo!!! Gracias por descubrirlo para todos… Ahora bien… ¿qué significa eso de que el poder de turno no entiende “ese arte subversivo” pero que se siente “moderno” amparándolo?... Eso es una tontería, señor mío!!! ¿Sentirse moderno un poder de turno? ¿?¿=/8))(7&//// Esta frase es más complicada que Heiddegger. ¿He dicho complicada?

7. El naufragio de la subjetividad del artista, que no valora otra realidad distinta del propio yo, y que, por amor a ese culto a su subjetividad más radical, termina por no entenderse ni él mismo.

(¿?)…

8. Obliterar cualquier búsqueda de la belleza, concepto que se considera retrógrado y perverso.

¿Perverso?

Me apago. Como la luna… que ya empieza.

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