Y decían que iba a llover...

Nada mejor que ser turista en tu ciudad. Adoro Madrid. Nací aquí, vivo aquí y, supongo, moriré aquí. Hace ya muchos años que di mis primeros pasos por la calle de Claudio Coello. Mi padre agarraba la mano de un pequeño ser esponjoso y canijo vestido de oso blanco: gorro, abrigo, leotardos y zapatos… todos blancos. Así lo muestra una foto que guardo en blanco y negro. También tengo otra, en color, donde se ve a mi abuelo agarrando a una niña pequeña que viste pantalón de rayas acampanado y luce dos coletas más tiesas que las de Pipi Calzaslargas. Ella está en pié sobre un banco, en el Parque del Retiro.

Sigo retirándome allí mismo, cada vez que tengo tiempo para hacerlo.

Soy urbanita hasta la médula -y mira que me gustan las montañas y el mar-, por esta razón quizás Madrid siempre, siempre me sorprende, aunque lo patee día a día. Tal vez ande yo demasiado ciega (más de lo que yo quisiera) o atendiendo pocas (o demasiadas) cosas al mismo tiempo y por esta razón encontrando algo nuevo y emocionante casi siempre en esta ciudad. Verdaderamente ha llegado el momento de preocuparme; no entiendo por qué Madrid me abriga de esta forma, me siento en casa, en mi casa, en un paraíso o en un cuento de hadas.

Con frecuencia imagino que si me robaran el Parque del Retiro, la Casa del Libro, las calles Luna, Gran Vía, San Bernardo, Fuencarral, Hortaleza, Barquillo, Infantas, Barbieri, Almirante, la Castellana, la Plaza de Canalejas, la de Santa Ana, el Museo del Prado, la librería Fuentetaja, la Feria del Libro de Madrid, la calle Toledo, la Plaza de España, la librería El Aleph, la plaza de Tirso de Molina, la calle Segovia y… ¡por terminar de una vez! unos cuantos baretos y terrazas… me volvería tarumba.

Pero bueno, supongo que a todo me acostumbraría. Uno de los descubrimientos de ayer fue que me han robado un edificio en la calle Tudescos (el que ocupaba el número 48 de la Gran Vía). Parece ser que desapareció hace unos meses pero yo no me dí cuenta. Será que durante el invierno veo todo un tanto difuso y que tan sólo bajo el sol de primavera soy capaz de ver más allá del espacio entre el jersey de cuello alto y mi nariz. Van a construir en este lugar un bloque de viviendas. ¡Qué bonito!, y más bonito sería si tuviera pasta para comprarme una de ellas. También se venden pisos en el maravilloso bloque que hay en la glorieta de Ruiz Jiménez, el de la calle Santa Cruz de Marcenado, pero no me atrevo ni a marcar el número de teléfono…

Afortunadamente el Parque del Retiro es de todos los madrileños. Al menos, eso dicen. Y me parece sorprendente el estado en el que se encuentra: hermosísimo. Da la sensación de que por fin se están gastando el dinero en cosas importantes porque llevaba un tiempo temiendo por el estado del parque y reconozco que está precioso, limpio, cuidado y “en equilibrio”. El número de personas paseando, los músicos, los Hare Chrisnas, los titiriteros, las barcas, el barco de paseo, los Hare Chrisnas, las exposiciones, las palomitas, los críos, los Hare Chrisnas y las palomas, están en equilibrio. Y lo he visto todo tan limpio que me he quedado sorprendida. También me ha sorprendido que los Chrisnas no paren ni un minuto… No sé, será la primavera, pero sigo sorprendiéndome a mí misma en mi sorpresa. Tantos años paseándolo, tantas visitas y sigo disfrutando como una cría.

El Palacio de Cristal acoge una serie de esculturas de Magdalena Abakanowicz, lo cual es un lujo para ella (o no) porque supongo que todo escultor soñará con disfrutar de un espacio transparente como este que bien puede “elevar” sus obras a la categoría de divinas o directamente aniquilarlas. En cualquier caso, todas las exposiciones que he visto en el palacio parecen haber tenido en cuenta la fascinación que el propio espacio produce y el delicado trato que deben tener las obras expuestas en su interior con el mismo. En este caso debo decir que las piezas de la escultora… casi desaparecen entre los velos y la luz que atraviesa los cristales.

La Casa de Vacas (siempre casi vacía) muestra una exposición de Hugo Fontela. Un chaval que con 21 años es casi Dios. Los hay con suerte. En cualquier caso (y olvidando mi asquerosa envidia), sus cuadros me parecen “entretenidos”. Paisajes muy Zen… a la occidental… velados, movidos, indirectos, ausentes… indefinibles y huidizos (eso dice en el folleto que puede uno coger en la entrada).
Pero volvamos a la calle Tudescos. Continúo hacia la calle Luna y descubro una academia de pintura a pie de calle y en el interior a un grupo de personas dibujando en sus caballetes… ¡qué recuerdos leche!; se llama Laocoonte y tiene un escaparate con un cuadro bastante brutal de Juan Miguel Palacios (al menos en ese espacio, casi en la calle, y en una calle tan estrecha). Fui tan estúpida que no saqué una foto, pero he encontrado esta en la red mucho mejor que la que yo hubiera sacado. Lo único que el cuadro es diferente, pero no importa :-). La foto, por esto de los derechos, es de un chaval que tiene sus fotos colgadas aquí.


Sigo por la calle de la Cruz Verde hasta la calle del Pez donde recuerdo inmediatamente, al ver la Santería Milagrosa situada en la esquina entre ambas, que se me ha terminado la colonia “amarra hombres”. Ya de paso echo un vistazo a diversos productos para el amor-acercamiento y para el amor-amarre.
Me llevo un Aceite ardiente para el “acercamiento”, y Aceite 7 machos para el amarre.

Saliendo de la tienda me enfrento a la primera pieza; la tranquila Julia de Antonio Santín, que ya lleva un tiempo apoyada en los muros del palacio Bauer.

Pero… yo quería hablar de otra cosa.

Siempre me han gustado las pelis de dibujos. Me gustaban en la época en la que vestía como un osito, en la de los pantalones de campana, la de los pelos de punta, la del look francés, la del “no look” y… me siguen gustando. No porque disfrute con el cine para adolescentes (alp, esto va para ti) sino porque me gustan los dibujos animados. Casi todos. Vale, también me gustan los guachis como los de la familia Miyazaki… pero confieso que soy una hortera y me trago igual una película enterita (no un capítulo) de Tom y Jerry que “la princesa Mononoke”. Hace años, cuando asistía a casi todos los estrenos, entre ellos, se incluían los de la factoría Disney.

Llevo bastante tiempo un poco “cansada” del tema de los dibujos porque no descubro a penas nada “comercial” que me interese. Y resulta que he visto Horton y me lo he pasado como una enana. Qué digo, mucho mejor que una enana, ya que no conocía al autor del famoso cuento, Theodor Seuss Geisel (apodado Dr. Seuss), ni los dibujos que él mismo creó para ilustrar la historia. Así que para mí ha sido todo un descubrimiento.

Pero, además de la historia y su mensajito “todas las personas son importantes y merecen ser escuchadas sea cual sea su tamaño” o “no ver o sentir una cosa, no significa que no exista” o “no somos nada” o “nuestra galaxia o planeta podría estar dentro de una mota de polvo”, tiene buen ritmo, estupendo montaje . No sobra nada en ella y te atrapa desde el primer momento ¿qué hace y hacia dónde se dirige esa mota de polvo posada en un girasol? La Twentieth Century Fox Animation se lo ha currado de lo lindo… Incluso hay momentos que me recordaron a Tim Burton, aunque hay quien dice que es Tim Burton el que se inspiró en los dibujos del Dr. Seuss.

En definitiva, deliciosa… la primavera es así.



PD: Aviso, en Hare Chrisnas hay un link a un video que dura 22,53 minutos de Hare, hare… Avisados quedan los que no comulgan con la hermandad anaranjada y los que comulgan, que se llevarán un buen chute.