Todos los hermosos caballos. Cormac McCarthy (1992)


Me gustan las sorpresas, como a todos. Con el paso de los años sé perfectamente lo que me agrada o, al menos, lo que me desagrada, y gracias a esta sabiduría superespecial suelo terminar harta de mis gustos, o borracha de mí misma (que es lo mismo). Es difícil de explicar pero… me gustan las sorpresas. Las de verdad. Y supongo que ya he dicho esto alguna vez, pero lo repito.

Una sorpresa supone encontrarme con algo a priori intrascendente y poco apetecible y descubrir no sólo que me satisface sino que me deja en un estado similar al que siento frente al mar del sur cuando, tranquila como una vaca rumiando y rumiando lo miro sin mirarlo ni pensarlo, al final de la tarde, sin apenas notar que la intensidad oscura y azulada de la superficie va desapareciendo, el velo ligero, acristalado y translúcido que viste su azul intenso y oscuro parece soldarse dando forma a una capa plateada y lechosa (todos los colores están incluidos en ese nácar), un espejo del cielo del este. Atontada. Sin darme cuenta que llegó el momento de no ver nada y abandonarme en el rumor del agua.

Difícil de explicar.

Esta novelita me ha causado esa sensación. Una auténtica sorpresa. Le dije hace poco a JR (de momento "fuente entre las fuentes" -gracias a un comentario suyo de refilón, decidí leer este libro-) que se me acumulaban los libros pendientes de lectura (ni siquiera se ya cuantos) y que, sinceramente, me daba igual. Supongo que algunos de ellos, ni siquiera los leeré. Soy muy infiel a mi lista de pendientes. Tan pronto aparece algo que huele a sorpresa, corro como vampiro tras sangre fresca y así, no termino nunca.

Una sorpresa supone disfrutar de algo sin ningún prejuicio ni conocimiento previo… quizás con una mirada inocente (tan deseada para el arte). Pero el ojo ya está demasiado pervertido (o mejor dicho, dañado)… no hay mucho que hacer. La imaginación, sin embargo, y las palabras, parecen permanecer intactas muy al fondo… allá donde quizás nacieron los primeros balbuceos… no sé.

He pensado con frecuencia, según iba leyendo la novela, en su versión cinematográfica. No porque exista, que existe. No porque haya visto la peli, que no la he visto (afortunadamente). He pensado en las imágenes porque no puedo remediarlo y porque Mccarthy es muy cinematográfico, por momentos. Y estoy mintiendo. Conocía “No es país para viejos”, de los Cohen, y esto, estaba irremediablemente en mi cabeza. Maldito prejuicio. Pero he pensado poco. Simplemente me di cuenta que las pelis de los Cohen no son tan originales, ni tan malas y aburridas como algunos creen. Quiero decir que al no haberme enfrentado nunca a novelas de este tipo, los guiones de los Cohen me parecían acojonantes. Leyendo “Todos los hermosos caballos”, me lo parecen menos. Ahora bien… creo que el acercamiento a los personajes que hacen es bueno y, sobre todo, digno de lo que uno siente cuando los lee e imagina. Y esto último también refleja otra mentira, porque sabía que “Todos los hermosos caballos” tenía una adaptación cinematográfica; lo supe sobre todo tras haber pasado más o menos la mitad del libro… De repente, vino a mi cabeza Penélope Cruz (no recordaba al protagonista masculino, por fortuna) y solamente el hecho de imaginármela en la piel de Alejandra me producía un espantoso horror. Pensé por qué… y volví a reflexionar por momentos en lo difícil que resulta adaptar una historia, transformar algo áspero, tenso, directo y al mismo tiempo ideal, lejano, abstracto, y al mismo tiempo intenso, salvaje… en melodramático, ligero, pastoril/bucólico/campestre, heroico, memorable… No he visto (ni veré) la película, pero no podía dejar de imaginarme el castañazo. Transformar algo puro (en el sentido de exento de aditivos de todo tipo) y violento (impetuoso, fuerte) en un compuesto artificial y pretencioso.

Quizás imaginaba todo esto por una razón simple. La novela, hasta la página 122 aproximadamente, es absolutamente maravillosa. Pero ocurre algo en ella que la sobrecarga, un pequeño lastre con el que, a partir de ese momento, carga todo el texto. Y esto la hace una novela mucho más convencional, una historia, casi un melodrama por no dar más datos… Esto me fastidió un poco. Aunque debo reconocer que ni con esas. La integridad del protagonista de la historia, un muchacho llamado John Grady Cole es tan absoluta que puede con casi todas las impurezas que rondan a su alrededor. Además, la novela cierra perfecta y coherente, haciendo de aquel incidente, que sin embargo marca casi toda la historia, un suceso azaroso. Determinista, pero azaroso. Y, como no, quizás necesario.

Cuando pensaba en John Grady Cole, sabía que no era un personaje cualquiera. Pero una cosa es saber eso y otra bien distinta transformarle en un “héroe memorable” que pasará a la historia de la literatura. A la historia pasará, porque está muy bien construido (quizás demasiado bien), pero no por ser un “héroe memorable”. Los grandes personajes suelen habitar en un limbo, o en un olimpo más allá del mundo y de la vida. Allí permanecen íntegros e incorruptos.

Comenzar a leer “Todos los hermosos caballos” supone cabalgar por paisajes desolados del western típico. A mí me vinieron a la memoria todas las pelis que he visto del género (que son bastantes). Pero poco a poco los tópicos se volatilizan antes de tomar consistencia para dejar paso a algo más subterráneo y profundo que nos pertenece a los hombres. Pensé en muchas pelis que me han gustado mucho mucho (Sin Perdón, por ejemplo) que al lado de este texto parecen tan sosas como La casa de la Pradera (exagero, lo sé). Justo entonces volvía a reflexionar sobre la dificultad de adaptación de ciertas novelas.

Como no, pensé en Faulkner. Sus palmeras salvajes fueron otra sorpresa mucho más trascendente que la de Mccarthy. Pienso en Faulkner porque, evidentemente, existe una marcada influencia. Lo innombrable de Faulkner lo conoce Mccarthy, y lo prostituye con historietas. Pero basta con conocer y poner en práctica dignamente. Así que no me importa que lo haga.

La narración fluye con tranquilidad, sin admiraciones, sin mayúsculas, sin levantar la voz. Hay frases cortas y diálogos lacónicos (son los que más me gustan porque son los que más me sorprenden y los que más envidio), hay párrafos extensos. Lo peor de la novela (a mi juicio) son precisamente dos de estos párrafos extensos. Uno corresponde al diálogo de Cole con una persona un tanto estúpida que le cuenta su vida. Supongo que es muy importante pero a mí me importaba bastante poco. Y si no te interesa escuchar a esa persona porque crees que más bien justifica con su presencia un elemento que ya te fastidia bastante… pues eso, resulta un coñazo. El otro, responde a un momento de desgracia y vacío de Cole, de calvario obsesivo a mi juicio que ni siquiera me gusta como está escrito… Una vez más pienso que el problema está en ese elemento que cobra demasiada importancia en el libro. Pero bueno, es simplemente un momento de desorientación quizás muy real pero excesiva y algo artificiosa.

He leído por ahí una cosa respecto a la obra de Mccarthy: “…ni la crudeza de la vida ni la violencia salvaje de algunos episodios apaga la esperanza, sino que incluso le abre caminos inesperados, y en esto se diferencia del fatalista Faulkner”. Bueno, solamente he leído una novela (doble novela) de Faulkner y ésta de Mccarthy. Creo que hay parte de razón. Uno se encuentra igual de desorientado con ambos… pero es cierto que Mccarthy cuenta con algo que no cuenta Faulkner. Esto es: “sucederá lo que Dios quiera que suceda”. El vacío, la ausencia de Dios y de cualquier “naturaleza e instinto idealizado” es evidente en Faulkner; sus textos abigarrados y separados con frecuencia de la trama central nos sacuden bruscamente, sus personajes parecen fantasmas que se mueven sin sentido al son de una música extraña para los oídos…

“Todos los hermosos caballos” me ha resultado, en definitiva, una gran novela. Corrí a la librería (mientras la leía) a buscar algo más de Mccarthy. Me llevé “Hijo de Dios”. Tocaría leerla ahora mismo, pero no sé si lo haré. Me llevé dos novelas más que me recomendó el librero. Charlé con él un rato. Curiosamente “Todos los hermosos caballos” le parecía un coñazo… y su favorita es “Hijo de Dios”. Un coñazo, pensé… Hay que joderse con los gustos. A ver si las tres recomendaciones del librero suponen otra sorpresa. Me temo que no, pero… quien sabe.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me gustó "La carretera", es un tío muy hábil, pero me dejó una sensación rara, no sé si la recomendaría. Ahora van a hacer una película...con Aguirresarobe haciendo la foto.

Madrid se va a derretir entre el sol y los incendios futbolísticos.

http://es.youtube.com/watch?v=qSZ9oX0rLgg

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Anónimo ha dicho que…
Yo no quise (y de momento sigo sin querer) leer nada más de McCarthy después de "Todos los hermosos caballos" porque no quiero que cambie la sensación que tuve leyendo ese libro. Me quedo con ella así, sin saber si McCarthy es capaz de hacer cosas mejores o peores.

Por cierto, me ha gustado mucho tu crítica sobre el librito...

JR
Anónimo ha dicho que…
Queridos míos, que se derrita Madrid y yo con ella... Somos campeones y hasta yo me he enterado (y mira que es difícil)...

En fin, por partes:

JR, ya sabía yo que hablando de vacas te iba a gustar el artículo...

Pensaba que habías leído algo más de McCarthy (por aquello que dijiste en tu blog de “autor de cabecera”...). En cualquier caso, entiendo tu actitud (aunque yo no la ponga en práctica :-). Hay que devorar a los autores (a algunos de ellos). Atracarse. Y si las percepciones cambian, se transforman, se enriquecen o empobrecen con el tiempo, mejor que mejor... c’est la vie!!

Youtube, tú recomienda, recomienda... que yo añado a mi lista interminable. Ayer leyendo El Cultural, me apunté un par de libracos más...

Por cierto, el otro día leí un artículo sobre Nick Drake (no había oído hablar de él nunca antes). Qué casualidad.
Anónimo ha dicho que…
mmm Mccarthy me gustó pero la novela me dejó un poco insatisfecho, prefiero recomendar a Nick Drake, ese sí.

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