Las flores del mal


John Collier. Lilith 1887

La mujer mientras tanto, de su boca de fresa,
retorciéndose igual que una serpiente en la brasa
y amasando sus pechos en el hierro de su ballena,
dejaba corres estas palabras todo impregnadas de almizcle:
-“Yo, tengo el labio húmedo, y sé la ciencia
de perder en el fondo de un lecho la antigua conciencia.
Seco todos los llantos en mis pechos triunfantes,
Y hago reír a los viejos con la sonrisa de los niños.
¡Sustituyo, para quien me ve desnuda y sin velos,
La luna, el sol, el cielo y las estrellas!

Soy, mi querido sabio, tan docta en voluptuosidades,
cuando ahogo un hombre en mis brazos temidos
o cuando abandono a los mordiscos mi busto,
tímida y libertina, y frágil y robusta,
que sobre estos colchones que se pasman de emoción,
¡los ángeles impotentes se condenarían por mí!”

Cuando ella hubo de mis huesos succionado toda la médula,
y que lánguidamente me volvía hacia ella
para rendirle un beso de amor, yo no vi más
¡que un pellejo de flancos viscosos, todo lleno de pus!
cerré los ojos, en mi frío horror,
y cuando los reabrí en la claridad viviente,
a mi alrededor, en lugar del maniquí potente
que parecía haber hecho provisión de sangre,
temblaban confusamente los despojos de esqueleto,
que de ellos mismos exhalaban el grito de una veleta,
o de una enseña, al extremo de un vástago de hierro,
que balancea el viento durante las noches de invierno.

Charles Baudelaire. Las metamorfosis del vampiro. Las flores del mal.

Comentarios

Jesus Dominguez ha dicho que…
Conozco a alguna mujer así.

Muy duro Baudelaire, me sacude siempre y me da dolor de estómago.
Pareciera que su vida fuera de todos los prismas un infierno de amor y deseo.

Un saludo

Jesús Domínguez

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