Este ha sido un fin de semana de contrastes. Antes de salir para Toledo, mi amiga nos llevó a comer a un restaurante “ecológico” llamado, como no, Ecocentro . No tengo nada en contra de la comida vegetariana, bueno si. Quiero decir que respeto los gustos de todo el mundo, pero a mí no me gusta comerme una hamburguesa de soja, sino de carne. Porque si es de soja no es hamburguesa, o no es hamburguesa si no es de carne. Digo yo… Acepté comer en el restaurante porque, aunque me asuste la ausencia de carne, es cierto que hay un montón de cosas apetecibles: gazpachos de todas clases (mi amiga tomó uno de melón con remolacha y yo uno de aguacate con pepino, pan y no sé qué más), tortilla de espinacas con calabacín, pastas con verduras y… cosas raras como tofu ahumado, samosas vegetales, buñuelos de lenteja roja, rollitos vietnamitas de hesitan… Pero lo que más me animó, con diferencia, fue todo lo que figuraba en el tablón de anuncios de la entrada… Todo un mundo. No es sólo la comida sino u