Irrepetible lejanía, de cerca.





Voy a aprovechar un regalo que me ha caído del cielo, digo del BBVA, para detenerme sólo un instante en la obra de arte o, mejor dicho, en la pintura y su reproductibilidad. Como dijo Walter Benjamin, supone una verdadera conmoción el hecho de que una obra pueda ser reproducida millones y millones de veces de cualquier manera, qué ocurre con el tiempo, la historia, el valor de la tradición, el momento aurático… ¿Qué le ocurre a la obra y a la experiencia estética cuando su aura desaparece?

Pues ni lo sé, ni me importa. Ya me leí a Benjamin hace años y no saqué nada en limpio. Me he criado entre reproducciones y, a veces, éstas valen más que las obras en directo. Así es la cosa y no voy a pararme ahora en descifrarla. He dicho que me iba a detener sólo un instante. Quizás vuelva otro día sobre esto. Por si acaso, os dejo aquí el texto completo de Benjamin La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (sumamente corto, a penas unos folios, no como el título, que no hay quien lo aguante) para entrar en calor y dejo dicho que eso del aura yo no me lo creo. Qué le vamos a hacer… O sí, qué le vamos a volver a hacer.

Y ¿Qué tiene que ver el cielo con el BBVA? Obviamente, nada. Es que me ha caído un regalo así como de la nada, y éste es el catálogo de una exposición deseada por mis ojos y que sin embargo me quedé sin ver El S XIX en el Prado. El catálogo viene firmado por el 150 aniversario del BBVA que últimamente está en todas partes, y más en el Prado que en otras, of course. Y eso es todo.

Y ¿Qué tiene que ver todo esto con Benjamin? Pues que es uno de los mejores catálogos que han caído en mis manos, y han caído unos cuantos. Y me he vuelto a plantear el eterno dilema: ¿mejor la obra o su reproducción?, ja, ja… Sobre todo en determinados casos en los que nos encontramos con una reproducción espectacular, con todo lujo de detalles, que resulta pertenecer a un cuadro de no más de 50 cm. No es este el caso. Los cuadros que vienen a continuación son bien grandes y estaban en aquella exposición a la que no pude asistir. Me he permitido jugar con ellos, con sus imágenes, con lo que éstas representan y con la sensación estética que producen. Feliz navidad a todo el mundo (que lee este blog... of course otra vez :-)


José Jiménez Aranda. Una esclava en venta (hacia 1897)

Leonardo Alenza. Ajusticiado. (hacia 1855)

José Casado del Alisal. La leyenda del Rey Monje. (1880)

Francisco Pradilla. Doña Juana la Loca (1877)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Vera, impresionante el cuadro de la esclava. Gracias por enseñárnoslo.
Feliz navidad.
Anónimo ha dicho que…
El siglo XIX en España después de Goya es un poco julay...no crees? vaya cromos que se pintaban los colegas, vaya temitas.... parecen portadas de videojuegos de esos de repartir hostias como panes jajaja!
Anónimo ha dicho que…
Aunque suene raro, el tema, en la pintura, es irrelevante. Para mí, of course.

Si tú lo ves julay no seré yo quien te lleve la contraria ya que no se a que te refieres.
¡Eres genial! Atendiendo a las posibilidades perceptivas que ofrecen los museos (prohibición de acercarse demasiado y tocar las obras) tienes más razón que un santo, salvo en lo que se deriva de las actitudes fetichistas y míticas tan extendidas... y tan importantes para muchos. La "compensación" que ofrece un buen catálogo es obvia; no tenemos la obra delante pero, en cambio, un caudal informativo que, por lo general, nos deja satisfechos... y, lo que es más importante, nos ofrece nuevas contemplaciones, nuevas formas de reflexión. En suma, la experiencia estética se desborda.

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