Apuntes sobre arte I


Los matemáticos se lo deben pasar pipa. Porque las matemáticas, apuesto, no están sujetas a múltiples interpretaciones. De momento, nadie discute que 2+2=4. Pero mi post anterior, que no se parece mucho al dos más dos, puede ser interpretado como a cada uno le venga en gana, e incluso ayudar a que cada cual se reafirme en sus opiniones. Si, además, el escrito es un tanto obtuso, oscuro, irónico, estúpido y subjetivo, mejor que mejor para que la cosa se vaya de madre. Así que, dado que las reacciones generadas en este blog y en este otro se alejan bastante (si no del todo) de lo que yo pretendía destacar, voy a aclarar un par de cosas.

Primero: Lo que yo pretendía decir es que el arte (incluso el que va de transgresor y políticamente incorrecto) no está a salvo, ni es libre, ni va por delante de nada, ni posee ninguna verdad especial, sino que más bien anda al servicio de intereses ajenos y es herramienta de propaganda. En este sentido quería destacar que la muestra de la colección de arte contemporáneo de Caixa Forum titulada “Zonas de Riesgo” se concentra en una parte muy concreta del arte contemporáneo, y mostrar mi desacuerdo con el mensaje transmitido de que la exposición recoge la sensibilización del arte por nuestro presente social, económico y cultural y que “el arte es uno de los espacios de pensamiento crítico de nuestra cultura, pese a estar bajo la amenaza de ser neutralizado e instrumentalizado como un producto de consumo más de la sociedad del espectáculo”… Estos mensajes, bajo mi punto de vista, no son más que propaganda. Se intenta transmitir un punto de vista, un compromiso, una actitud que se venden como definitivas, como tendencias. Esa supuesta “sensibilidad”, sería igual que la de los burgueses hacia los desfavorecidos; una limosna, “misericordia” para con los “pobres que no tienen nada”… A mí me parece una falsa moral como la que Berlanga lleva al absurdo en Plácido. “Ponga un pobre en su vida”. Una falsa moral, por cierto, no criticable. Es lo que hay. Y alguien dirá: mejor eso que nada. Si, pero no. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Creo que ese complejo de “culpa” del que habla Ricardo y que, en su opinión, padecen los “progres”, lo padecemos todos. Solo que cada cual se redime como quiere. Y la redención, siempre es algo chungo… Siempre tiene algo que ver con el lavado de manos de Pilatos.

La segunda cosa que desearía aclarar es que, sabiendo que el arte no es libre, los mensajes de “compromiso, sensibilización, crítica”, se muestran mucho más neutralizados e instrumentalizados que otros. O al menos, en un mismo grado. Por eso insistía en mi artículo con lo de las obras sociales y las “nacionalidades”… Era una forma de ironía: ¿Qué nos hace pensar que la muestra que exhibe LaCaixa no está neutralizada (ausente de su propio sentido) e instrumentalizada? No es lo mismo la locura de unos tipos en un momento dado de la historia del arte (las visiones expresionistas durante la primera gran guerra y sobre todo las horrorosas e irónicas reacciones de Dix y Grosz durante el nacionalsocialismo), su particular “redención”, que la “sensibilidad” del arte ante nuestro presente social. Uno puede quitarse la culpa marchando al frente de la batalla o rezando en su casa… Dentro de las formas de rezar, prefiero las más abstractas y extremas. Las más artísticas. No las meras ilustraciones “sensibles”. Dix fue uno de los primeros catedráticos destituidos y Grosz se escapó en cuanto pudo a Estados Unidos… Aunque pueda resultar parecido, no me gusta confundir esto con la “pose” de ciertos artistas acomodados que en la actualidad “sienten” la necesidad de “criticar al sistema” porque no soportan las “noticias” del telediario. Estas noticias son feas, si, pero también están manipuladas, son superficiales y no dicen toda la verdad. Si un artista quiere criticar (si es que tal cosa tiene algún sentido) que no realice una crítica obvia: “quiero reflejar el maltrato al que se ven sometidas las mujeres”… Ya. Pues qué bien. Creo que es necesaria una actitud crítica ante todas las cosas por la simple necesidad de un ¿por qué? y un ¿para qué?, pero con soluciones. Dentro de lo que puede ser una “solución artística” (porque el arte no tiene por qué ofrecer soluciones), prefiero con creces el estilo crítico que maneja el cómic. Alan Moore, por ejemplo, es un artista contemporáneo. No pinta, ni hace instalaciones escribe cómics. Y éstos no sólo provocan reflexiones, que también, sino que cumplen de sobra sus objetivos “artísticos”, estéticos.

Dudo seriamente que el arte esté aportando cosas interesantes en sentido crítico. No resuelve, ni de lejos, sus problemas estéticos, y comunica francamente mal sus intenciones. Como mucho es un lejano reflejo informativo… Como apunta Ignatius en su comentario al anterior post “los artistas quieren estar en misa y repicando”… Pero todo esto, supongo, tiene un por qué.

Siguiendo con la propaganda, vamos a explicar un poco de dónde viene la crítica y qué papel juega en todo esto. Tanto el arte, como el artista son constructos sociales (objeto de deseos e intereses ajenos, de reconstrucciones morfológicas, psicológicas, históricas, místicas y religiosas que nada tienen que ver con ellos mismos), y supuestamente, no deberían ser más que artefacto el arte e individuo el artista. ¿Qué es el arte? ¿Quién es el artista? ¿Quién construye qué?

El Arte, desde hace más de un siglo, es una finalidad sin fin, una cosa que no sirve para nada y que se explica a sí misma (todo esto, íntimamente unido a la idea del genio que luego veremos). Dice Simone Weil que una cosa bella no contiene ningún bien que no sea ella misma, en su totalidad, tal como se nos aparece. Vamos hacia ella sin saber qué pedirle. Nos ofrece su propia existencia… Esta visión de Simone Weil, que ya empieza a sonar a abstracción mística, responde a una de tantas inspiraciones a partir de Kant. No sé si intencionadamente o no, Kant fundamenta la autonomía del arte, establece sus cimientos al insistir en ese desinterés que, necesariamente, debe producir todo aquello que es bello, o estético.

Esta “independencia” de la obra, por supuesto, no es una verdad. Tampoco el arte es una finalidad sin fin, de verdad. Pero de alguna manera, todo el arte de la modernidad y las vanguardias se explica (se vende) muy bien con esta idea. Es lo que ayuda a la historia de la estética a construir “ismos” y tendencias que siguen estando al servicio de muchas cosas… pero también al servicio del arte. Quizás, gracias a esa independencia el arte “es” algo por sí mismo y gracias a esto, podemos observar un cuadrado negro colgado en una pared de un museo o galería. El arte se ha conceptualizado y descontextualizado. Es un signo sin referente alguno… Pero esto ocurría en las vanguardias. Ahora tenemos contextos, mogollón, y los signos y símbolos son subproductos de la sociedad de consumo, la publicidad, el cine, la televisión, Internet… ¿Qué coño tenemos entonces? Pues una mezcla de esta independencia y de la belleza legendaria que exigimos a la obra de arte (ambas creadas por la crítica durante el SXVIII, XIX y principios del XX). Por eso se mantiene la polémica.


A vuelapluma: lo bello. Nos jode lo de necesitar un manual para ver una obra de arte porque la idea de “lo artístico” ha estado “popularmente” unida a la idea de lo bello. Digo “popularmente”, así que podéis imaginar el nivel de profundidad. Para ahondar como es necesario en este vínculo y pasar del “popularmente” al “históricamente” o incluso al “filosóficamente” o “religiosamente” tendríamos, como poco, que comenzar leyendo a Platón (Fedro, El banquete, Hipias). Y a partir de aquí, continuar hasta nuestros días en los que, básicamente afirmamos que el arte es bello si nos produce placer y si no… es una mierda. No hemos avanzado mucho más. Lo bello, es bueno y verdadero, venía a decir Platón con su escalera de la belleza; o lo bello es un “acceso al ser”. En la actualidad cualquier cosa puede ser vendida como buena, bella y verdadera; como acceso quien sabe a dónde. Son miles los sinónimos de bello, porque lo que nos causa placer es algo indeterminado. La transformación del sentido de esta “cualidad que nos produce placer” viaja por el tiempo: es bello, me produce placer, es bueno, es verdadero. Es interesante, me produce placer intelectual, es bueno, es verdadero. Es “comprometido”, es “políticamente incorrecto”, es interesante, me produce placer intelectual, es verdadero. Es “político”, me produce placer, ayuda a que “yo” construya mi identidad, es verdadero… Es oscuro, me gusta, es obsceno, es inquietante, es sobrenatural, es espiritual, es de la tierra, es árabe, es marroquí, es vasco, es de derechas, es de izquierdas, es divino, es equilibrado, es matemático, es puro, es bello, es verdadero…

Lo bello era un “acceso al ser” y ahora es lo mismo. Solo que “ser (social)” es algo bien distinto de lo que dictaban la filosofía y la religión hace tiempo. Hablar sobre arte significa “humanizarlo”, bajarlo a la tierra. Y hoy, vivimos (la mayoría) sin otro dios que el dinero. Como también afirma Ignatius, el sistema es grande y listo, y lo absorbe todo.


A vuelapluma, la crítica: En el siglo XVII, Diderot comienza a hablar sobre arte. Por poner un inicio. En esta época él posiblemente hablara de una nueva interpretación y revitalización de la herencia de la antigüedad clásica, pero los burgueses que inundaban los salones… hablaban de otras cosas, bien seguro. Baudelaire continuará hablando. Dice Felix de Azúa que existe una íntima relación entre los términos moderno, vanguardia y crítico, sin los cuales desaparecería el 80% de lo que se ha escrito en el S XX… “El inventor del término modernidad, aplicado a aquello que en cada instante señala (o no) hacia un futuro que se cumplirá o no se cumplirá, es Baudelaire. Como espléndido crítico y periodista moderno que era, intuyó que la formación del vacío, es decir, del instante presente en tanto que momento de la nada nadeante, era tarea de los críticos y de los periodistas. Solo ellos podían determinar en cada instante lo que era actual y lo que formaba parte de las actualidades, ya que ellos mismos se convertían en pura transparencia de lo actual. Adoptarían el nihilismo como profesión, en definitiva”.


“Para Baudelaire, el artista de la modernidad daba forma a un instante fugaz sobre el abismo que se abre en cada instante sucesivo. Esa forma, aparece ya destinada a no durar y a ser sustituida por otra totalmente efímera…”

Imaginemos por un momento; pasemos de los cuadros de David, Ingres, del recuerdo de Grecia… de la solemnidad… de lo perdurable, de lo eterno, de lo bello, de lo bueno, de Dios…, al instante, a lo fugaz, a lo sensual, al deseo, al sello, la marca, … todos aquellos términos que ayudan a comprender “la modernidad” que se crea en el sXIX y se consolida como marca (junto a otras muchas) durante el siglo XX… Mientras tanto, el público ha pasado del asombro al ver mujeres desnudas, al asombro al ver monopatines hechos con piel de jamón. Si todavía existieran los salones des refusés ...


Continuamos con Azúa, “…el crítico, a diferencia del sabio que lo sabe todo y del profesor que sabe algo, no sabe absolutamente nada, pero está informado. Su información le permite dar cuenta (a favor o en contra, nunca objetivamente, nunca informativamente) de lo que se va produciendo. Su información atiende a lo actual, es un experto en actualidades. Si una obra de arte le parece actual dice que es buena; si le parece inactual dice que es mala…”.

Esto es el papel del crítico, que construye e inicia ese diálogo que, cómo no, termina siendo propaganda o estando sujeto a ella.

El arte “comprometido” no sería más que una réplica a esa autodeterminación del arte después de Kant. Una réplica al arte abstracto, espiritual, supuestamente liberal, podríamos decir… Un arte comprometido es un arte supuestamente “útil” y, por lo tanto, no libre. En manos de “otros”. A mí esto no me interesa como alternativa, pero cada cual es libre de pensar lo que quiera.

Y para finalizar, el artista. Gracias a Kant, vivimos la autodeterminación del arte. Gracias a él también (aunque Platón con su furor divino irracional y loco, y Aristóteles con su capacidad inventiva, pusieron también lo suyo), se establece la idea de “genio”. “Genio es el talento -dote natural- que da la regla al arte. Como el talento mismo, en cuanto es una facultad innata productora del artista, pertenece a la naturaleza, podríamos expresarnos así: genio es la capacidad espiritual innata - ingenium - mediante la cual la naturaleza da la regla al arte”.

Como decía en mi comentario en el blog La vida del revés, son las instituciones (más que los artistas) los que fabrican las máscaras: de petardo, de intelectualoide de pacotilla, de moderno, de transgresor, de incendiario... Pero la base, está en Kant, en Diderot, en Baudelaire…

Gracias a las malas interpretaciones y convenidas interpretaciones de los escritos de todos aquellos filósofos y críticos, más las que se generan en el SXX (conde surgen los nombres de Derrida, Lyotard, Deleuze, Guattari)… casi todo vale en el arte. Por decirlo un poco a lo bruto, que no es que sea así…Todo esto hay que cogerlo con mucho cuidado y atarlo bien… porque no creo que a nadie le guste escuchar que Satie es un idiota que no sabe hacer música y que Debussi está loco… y no digamos John Cage o todos los que hacen cosas que suenan raras… No. Para comprender, hay que saber y leer mucho. Gracias a los mencionados y los no mencionados (que son la mayoría), necesitamos un manual para acercarnos a una obra de arte. Lo que pasa que para opinar no hace falta eso. Y si lo que se requiere de nosotros es que opinemos como cualquier personaje de Gran Hermano, menos aún. Eso es… Hay que sentir y desear… No hay que pensar. Siempre y cuando el objetivo sea que compremos algo (un objeto, una ideología…).

Comentarios

Gabriel Ramírez ha dicho que…
Perfecto. Una muy buena aclaración. Me encantará conocer la segunda parte.
De lo que no estoy muy seguro es de que sean las instituciones y no los artistas las que generen máscaras. Me temo que actualmente los segundos tienen mucho que ver en todo esto. Más de lo deseado. Creo.
Anónimo ha dicho que…
Veras... lo del I no sé por qué lo he puesto.

Es por si acaso. Solamente. Ja, ja.

Respecto a las máscaras. Largo y tendido podría debatirse.

¿Sabes lo bueno de ser viejo? que hueles las máscaras a distancia.

Y hay poco tiempo, como para perderlo.
Alejandro Maiza Catalán ha dicho que…
Me mparece que tratas correctamente lo aqui planteado; me llama la atención la facilidad con la que hablas del tema de la belleza en el arte y lo complejo que es; yo llevo una semana entera publicando un solo comentario sobre esto y no es más que crítica, no aporto nada nuevo. Me han encantado los dibujos de Daumier que pusistes y también el Seurat del borde derecho. No obstante, me gustaría recomendarte la lectura de algunos artículos de Gödel sobre la lógico y de geometria por federico Riemman, pues estos plantean que las matamáticas, aunque inamovible,son siempre discutibles.
vera ha dicho que…
Alejandro, me he dado una vuelta por tu blog y no me extraña que digas que hablo con facilidad sobre la belleza. En mi vida he visto algo igual... Me has dejado pasmada.

He leído a Gödel y algo de la geometría de Riemman... pero desde luego, mucho más por encima de lo que debes haberlo hecho tú.

Solo decirte que el arte puede mirarse desde tu punto de vista y desde otros muchos (quizás no menos sencillos pero sí menos lógico matemáticos)...

Qué es todo eso de los espacios heissenberianos y de Gauss-oteiza... Eso no existe, ¿existe?, ¿lo inventaste tú?

En fin, debes tener a tus profesores locos (si es que estudias bellas artes).

Entiendo mejor los libros de divulgación sobre mates que tus post.

Gracias por tu comentario :-)

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