Desgracia (J.M. Coetzee 1999) llega al cine.
Apenas recuerdo el argumento de Desgracia (J.M. Coetzee 1999). Apenas lo recuerdo en profundidad, quiero decir. Lo leí inmediatamente antes, o después, que Infancia (Boyhood: Scenes from Provincial Life, 1998) y sé que me gustó más el primero que el segundo. Pero como no recuerdo cual de los dos leí primero, pues la verdad es que no sabría qué decir. Recuerdo que me impactó mucho el tiempo verbal de Infancia , la fina lejanía entre el narrador y el protagonista (la misma persona); recuerdo algunos párrafos que, en particular, me resultaron de una belleza desgarradora. En un texto frío y fino como una hoja de cuchilla, algo malsano y obsesivo (como todo aquello que tiene que ver con aquello que pasó por las entrañas de uno mismo hace mucho tiempo), me encanta -de repente- encontrar algo así: “Algo está cambiando. Parece estar avergonzado todo el tiempo. No sabe dónde poner la vista, qué hacer con las manos, cómo sostener el cuerpo, qué semblante poner. Se siente como un cangrejo despo