Desgracia (Steve Jacobs, 2008). Basada en la novela de J.M. Coetzee.


Solo una nota para celebrar el impecable reflejo de la premiada novela de J. M. Coetzee Desgracia en pantalla grande. Tal proeza ha sido llevada a cabo por la guionista Anna María Monticelli y el director Steve Jacobs.

Y no… no penséis en abandonar lo que tengáis entre manos en estos momentos (sea lo que sea) para ir a la minisala de los cines Golem y disfrutar como en casa de la versión original del film: sin ruidos, sin gritos, sin chucherías saladas o dulces, más o menos crujientes... Nops. La novela de Coetzee es dura, seca como la mojama, afilada como las cuchillas de lobezno… ¿Por qué?, pues porque está escrita en un tiempo verbal incómodo “que te mueres”, y la relación entre el narrador y el personaje principal es más que tensa, rígida, inflexible. Si; la novela de Coetzee resulta sublime, pero no por esta razón hermosa. O también. A saber.

Es difícil que una película hable por sí misma -y más cuando la referencia es una novela como Desgracia-, pero el film de Steve Jacobs tiene vida propia. Podría dudar al afirmar esto, pero no tengo la más mínima duda; aunque haya leído la novela.

Decía allá arriba que el film del dúo Monticelli/Jacobs es un impecable reflejo de la novela por decir algo, ya que no es exactamente eso. El reflejo impecable surge porque, tal y como dicen las críticas, es una adaptación fiel a los contenidos de la obra de Coetzee, pero esto (el mero reflejo) no es suficiente para que la adaptación resulte casi perfecta. Como ya he dicho, y me repito, hay vida propia, luz, fulgor… Uno siente que eso que está allí enfrente reflejado es un isómero óptico enantiómero, que decíamos en bioquímica estructural, las mismas propiedades físicas y químicas pero no son la misma cosa…

En fin.

Cómo me gusta enredarme.

Con lo nutritivo que resulta el silencio.

Y los espacios en blanco.

Eso es exactamente. Coetzee escribe lo justo y necesario; su estilo resulta rígido, afilado, incisivo y profundo, hiriente como un punzón para romper el hielo. He leído dos de sus novelas y me he quedado con una sensación rara de agotamiento, sequedad, aridez… dolor quizás. Pero no por lo que contaba la novela sino por cómo lo contaba.

Lo mismo ocurre con esta adaptación cinematográfica. El silencio de David Lurie (John Malkovich) es fundamental en el film… Gracias al santísimo, no se le ha ocurrido a la lúcida guionista (Monticelli) poner a un narrador en off; decisión aberrante que cualquier otro podría haber tomado (estoy pensando ahora mismo en la espantosa adaptación para el cine de la novela Matadero 5 de Kurt Vonnegut). En la novela de Coetzee, el personaje principal David Lurie piensa, o mejor dicho, el narrador piensa por él. El maldito narrador omnisciente (supongo que hay que llamarle así, aunque no soy experta en la materia) que parece el mismo Lurie hablando de su reflejo, de él mismo allá a lo lejos, en un tiempo indefinido que aterriza, en un momento dado, en el presente. Él mismo hablando sobre él mismo, desde afuera.

Y el silencio es todo eso… y las miradas y los juegos de miradas entre los personajes. No hay una mala interpretación en el film.

Hasta los perros actúan bien.

Hay muchas palabras más que se utilizan por ahí para que podamos clasificar e identificar tanto la novela de Coetzee como la película de Jacobs. Un film sobre la vergüenza, la justicia, la venganza, la resistencia, la tolerancia… o la resignación ante un pago o impuesto que sí o sí hay que sufrir para que la paz o el equilibrio o la convivencia sean posibles allí, en Sudáfrica.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Uff... esta crítica me ha encantado, no sólo porque me han entrado muchas ganas de ir a verla, sino por cómo la has escrito. En serio... voy a verla fijo.
Gracie mille.
Pilar
vera ha dicho que…
Pero... si no es una crítica, ja, ja...

En cualquier caso, ve a verla :-)

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