La música de los números primos. Marcus du Sautoy (2003)


Este libro es un libro maravilloso, como lo era la mente de John Forbes Nash. Y todo aquel que haya disfrutado más de la cuenta con pelis como Contact, El indomable Will Hunting, Una mente maravillosa, Pi, Cube… quizás podría pensar lo mismo que yo. O no. Porque, una vez más, aquello que provoca admiración, aquello que maravilla, muy probablemente no es maravilloso en sí mismo sino simple y llanamente, algo que nos enamora. Y el enamoramiento (por enésima vez dicho en este blog) es tan particular como la experiencia de la vida misma…

Si, soy blanda como el blandi blub por esto de ser un poco democrática y respetuosa, ya que de otra manera podría afirmar que este libro escrito por el matemático Marcus du Satouy no es para cualquiera, ni siquiera para aquellos que disfrutaron con las pelis que he puesto ahí arriba. La intención del autor es sobre todo transmitir el entusiasmo de un grupo de expertos por un mismo tema a un público no experto: en general los números primos o -mejor dicho- su distribución, y en particular ciertas regiones del espacio de Riemann. Pero por muy loable que sea la intención del autor, tiene que atraerte mucho el tema en cuestión o al menos admirar sobremanera esa parte de las mates y la física (y del arte y de…) que implica imaginar más de lo debido, ya que de otra forma es difícil sentirse feliz participando en la historia que narra du Satuy.

Tienes que disfrutar con las abstracciones, con los dibujos transparentes que marca el cerebro cuando intenta comprender las cosas. Y no solo comprenderlas, sino recrearlas e ir mucho más allá.

La ciencia -a veces- se nos presenta cargada de un entusiasmo añadido, como epifenómeno más que fenómeno, algo accesorio que nada tiene que ver (muy probablemente) con el hecho científico en sí mismo sino más bien con “algo más” que uno carga sobre él. Un enamoramiento en toda regla es lo que provoca a alguien “ver” o “sentir” ciertas cosas como diferentes y maravillosas cuando otros no las ven así o cuando realmente no son así. Decía Henry Poincaré: “el científico no estudia la naturaleza por la utilidad de hacerlo; la estudia porque obtiene placer, y obtiene placer porque la naturaleza es bella. Si no fuera bella no valdría la pena conocerla, y si no valiera la pena conocer la naturaleza, la vida no sería digna de ser vivida”. En mayor o menor medida, algo tiene que haber de esa sensación en nuestro interior para poder disfrutar de libros como este.

Y hasta aquí puedo leer. Desde los infinitos números primos de Euclides, la criba de Eratóstenes, los números de Mersenne, hasta los cálculos prodigiosos de Gauss y la influencia de este último sobre el punto focal de la obra de du Satuy: Bernhard Riemann y su famosa hipótesis. La función zeta y los ceros de dicha función, pueden interpretarse como frecuencias armónicas en la distribución de los números primos. Esa armonía es la que han pretendido buscar todos aquellos matemáticos que han jugado con los números primos. Un ritmo, una simetría, la que sea, pero algo. No soportamos lo que aparece así porque sí, sin ninguna lógica. Pero hasta el momento, ni la magia de Diaconis, ni las máquinas de Turing, ni los billares dinámicos han conseguido demostrar esa armonía oculta en el paisaje de Riemann. Algo se escucha, pero no puede demostrarse que sea así porque debe ser así.

Si; los científicos llegan hasta los billares cuánticos en su intento de buscar un orden en la distribución de los números primos, y se acercan con ello a los modelos físicos. Y más tarde se alejarán buscando modelos exclusivamente matemáticos.

Lo sorprendente de esta historia es el encuentro, una vez más, con el caos. El caos que tanto asusta al mundo mundial y que no es más que lo impredecible. Un azar, incertidumbre, indeterminación que no significa vulgar desorden sino el hecho de que la esperada repetición regular no acaece, no sucede… Porque el caos no es eso que todos queremos creer sino un término que se utiliza cuando un sistema dinámico es muy sensible a las condiciones iniciales; cuando una mínima variación en el momento de iniciar un experimento produce una diferencia drástica en los resultados obtenidos los científicos hablan de caos. Y Riemann parece ser que imaginó un paisaje en el espejo que podía arrojar un sedimento digno de análisis lógico. Por decirlo de alguna manera y no pringarme en el intento.

El libro en cuestión, es de lectura obligada para todos los amantes de la divulgación científica seria. Y no voy a explicar lo que significa seria. Creo que es el mejor libro que he leído de estas características escrito por un científico, sin menospreciar los otros dos que han dejado huella en alguna región de mi espejo particular: El azar y la necesidad y ¿Qué es la vida? Diría otros muchos pero estos dos siguen marcando la diferencia y se suma, como no, éste del que he intentado hablar hoy aquí.

Y un poquito de acompañamiento musical un tanto postmoderno. Ya que estamos: Oliver Messiaen y les oiseaux :-)



Y por cierto, si os interesa el temita... hay una mina en youtube... Todo un documental con 6 entradas desde aquí. Porque no he querido meterme en la criptografía, sistemas como el RSA...

Comentarios

intinet ha dicho que…
graciassssss
vera ha dicho que…
Un gran libro. No cuenta nada, no es como otros que juegan con el a donde vamos y de donde venimos. Mates, primos, códigos, descifracódigos y Riemann, y Riemann, y Riemann... ja. ja

Abrazos.

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