Definitivamente, voy a inaugurar una sección nueva en el blog: Historias del metro. Si. Superoriginal y supermegamoderno. Tanto, que espero recibir millones de visitas gracias a ella. Resulta que mi vida es muy triste (bueno no, triste no; en realidad soy muy feliz, pero me sirve para entendernos) porque, últimamente, mis actividades se reducen a trabajar, trabajar, trabajar, soñar con el trabajo, trabajar en casa, trabajar en casa y soñar con el trabajo en casa. Vivo en un estado constante de aceleración que me impide parar, me impide disfrutar en profundidad. De esta manera, ni el cine, ni el arte, ni los libros que leo, me inspiran a escribir. Estoy tan cansada, que no quiero realizar esfuerzo intelectual alguno; tan solo quiero vegetar. Desgaste total. El metro me lleva del curro a casa; el metro me lleva de casa al curro. Cuando salgo por las mañanas leo en el metro y escucho música. Cuando vuelvo por las noches la inercia no me permite leer, pensar, nada… caigo en un estado de le