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Mostrando entradas de junio, 2010

Esto huele a arena de playa...

Me prometí a mí misma una entrada más sobre la Autobiografía sin vida de Félix de Azúa pero tendrá que esperar porque me voy de vacaciones. Y sí, querida mía, sé que tengo el blog hecho cenizas, pero no es mía la culpa. Me voy a Almería, tan sólo por una semana, y conmigo viaja un tochazo que compré hace tiempo: las memorias de Albert Speer , el arquitecto de Hitler; el que imaginó Germania. Así que… hasta la próxima, que no sé cuando vendrá.

Autobiografía sin vida (Félix de Azúa, 2010)

Leyendo a Félix de Azúa pienso (de nuevo, tras más de 10 años alejada de su obra) en la importancia de escribir. Es una cosa bien simple. Supongo que cualquiera que disfrute con una canción, agradecerá eternamente que fuera escrita. Vuelve a mi mente la famosa frase del marinero: “ Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va ”. En efecto, la finalidad de esta Autobiografía sin vida no es presentar al individuo Azúa, sino más bien “ conocer a muchos que sin lugar a dudas no coinciden conmigo, pero cantan mi canción ”. Hace más de diez años su Diccionario de las Artes me cambió la vida. No sé si para bien o para mal. Pero habiéndome licenciado en Bioquímica, comencé a leer textos sobre estética, teoría del arte y filosofía como una posesa, terminando por estudiar Bellas Artes. Todo ello para darme cuenta de que jamás me dedicaría profesionalmente al arte, ni con la mente, ni con el cuerpo. Desde entonces, miro de otra manera porque él me ayudó a metabolizar el pasado, presente y fut

Sacude la botella, saca el corcho y… ¡que salga la espuma!

Definitivamente, voy a inaugurar una sección nueva en el blog: Historias del metro. Si. Superoriginal y supermegamoderno. Tanto, que espero recibir millones de visitas gracias a ella. Resulta que mi vida es muy triste (bueno no, triste no; en realidad soy muy feliz, pero me sirve para entendernos) porque, últimamente, mis actividades se reducen a trabajar, trabajar, trabajar, soñar con el trabajo, trabajar en casa, trabajar en casa y soñar con el trabajo en casa. Vivo en un estado constante de aceleración que me impide parar, me impide disfrutar en profundidad. De esta manera, ni el cine, ni el arte, ni los libros que leo, me inspiran a escribir. Estoy tan cansada, que no quiero realizar esfuerzo intelectual alguno; tan solo quiero vegetar. Desgaste total. El metro me lleva del curro a casa; el metro me lleva de casa al curro. Cuando salgo por las mañanas leo en el metro y escucho música. Cuando vuelvo por las noches la inercia no me permite leer, pensar, nada… caigo en un estado de le