Sacude la botella, saca el corcho y… ¡que salga la espuma!

Definitivamente, voy a inaugurar una sección nueva en el blog: Historias del metro. Si. Superoriginal y supermegamoderno. Tanto, que espero recibir millones de visitas gracias a ella.

Resulta que mi vida es muy triste (bueno no, triste no; en realidad soy muy feliz, pero me sirve para entendernos) porque, últimamente, mis actividades se reducen a trabajar, trabajar, trabajar, soñar con el trabajo, trabajar en casa, trabajar en casa y soñar con el trabajo en casa. Vivo en un estado constante de aceleración que me impide parar, me impide disfrutar en profundidad. De esta manera, ni el cine, ni el arte, ni los libros que leo, me inspiran a escribir. Estoy tan cansada, que no quiero realizar esfuerzo intelectual alguno; tan solo quiero vegetar. Desgaste total.

El metro me lleva del curro a casa; el metro me lleva de casa al curro. Cuando salgo por las mañanas leo en el metro y escucho música. Cuando vuelvo por las noches la inercia no me permite leer, pensar, nada… caigo en un estado de letargo; languidezco… hasta que, poco a poco, la inercia desaparece.

Y ocurre que a veces, encuentro cosas… en el metro.

Hoy le toca el turno a un “cantante” que más que cantante parecía un jugador de la selección de Brasil. Camiseta amarilla con cuello verde, mulato y de cara simpática.

Iba yo sentada y bien cubierta. Dos grandes culos (mucho más grandes que el mío) aprisionaban mis cartucheras. El hombro derecho en tensión, destrozado por la carga de un portátil de 80 kilos (ya serían menos). El bolso. El cuerpo entero inestable, sudado, desmembrado. La cara desencajada… Por fin sentada, tras una jornada de 10 horas de curro ininterrumpidas, tras aguantar ya a la vuelta y en pie a una banda de “compañeros de viaje” que parecían no tener otra cosa en qué apoyarse que una misma… Rebufando…

Y entra este pollo hablando por los codos para fastidiarme mi desconexión programada de 8 minutos hasta el momento de salir petada del vagón para volver a acelerar el ritmo hacia mi refugio, mi hogar (dulce hogar). Mirándome los zapatos y con cara de cabreo creo escuchar lo siguiente… “quiero ante todo saludarles: buenas tardes”… “esta canción la conocerán… pueden cantarla conmigo”… “pintaaaarse la caaara… color esperanza”… Un grupo de adolescentes se anima a corear. Meto la mano en el bolso. Miro el móvil del curro por si hay algún mensaje o llamada perdida. Miro el móvil personal por si hay algún mensaje o llamada perdida. Cojo el monedero y saco un euro. Escucho a mi compañera de culo más grande que el mío hurgando en el bolso. Escucho a mi otra compañera de culo más grande que el mío hurgar en el bolso… “Muchas gracias, si quieren colaborar… ante todo con una sonrisa…” Y comienzan a acercarse los adolescentes. Y le dan dinero. Y comienzan a salir manos. Y le dan dinero… El tipo no se mueve, tan solo dice: ¡Gracias! ¡Bonita sonrisa!...

No se ha movido más de tres pasos aquí, allá y acullá. Una pequeña semicircunferencia alrededor de la puerta de un vagón de metro y una mano abierta. No sé cuanto dinero ha podido recaudar.

Para finalizar nos ha vuelto a dar las gracias. Sobre todo, por las sonrisas. La puerta se ha abierto y él ha salido rodeado de aplausos. Increíble.

Huelga decir que todo bicho humano que me rodeaba en esos momentos, se encontraba en un estado semicatatónico, igual que yo. Pero tras la salida del tipo vestido de amarillo, cargado con una guitarra y buen humor, la esquizofrenia había desaparecido.

Que alguien me explique esto, porque yo no lo entiendo. El caso del guitarrista de amarillo se suma al del actor que aquella vez entró disfrazado de viejo en un vagón paseándose de un lado a otro para, posteriormente, desvelar su aspecto real y animarnos a formar un grupo vocal acompañado de percusión. Montó un lío considerable en el vagón. Y yo volví a quedarme en estado de shock. Y él se marchó con los bolsillos bien llenos, habiendo dejado una perla de buen rollo en nuestro ánimo. Lo que estos tipos consiguen es una hazaña, en toda regla. Los que trabajamos en marketing deberíamos meditar sobre esto.

Esta es la canción. Aunque no me gusta por ñoña, se la dedico al mulato de amarillo por genio.


Comentarios

DtV ha dicho que…
Hola, llego aquí de casualidad buscando algo sobre los Límites del Control para enlazar a la última entrada de mi blog, cosa que ya he hecho, http://jofz.blogspot.com/
y me ha gustado tu historia.
Seguiré leyendolas.
Muchas gracias
Vera Miles ha dicho que…
Mmmm, las fotos de tu blog también me gustan. Gracias
DtV ha dicho que…
Gracias, me añegra que te gusten. Te incluyo entre mis vecinos.
Saludos

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