Mr. Nobody (Jaco Van Dormael, 2009)


El género conocido como Ciencia Ficción, supongo, es especulativo. Aunque bien es cierto que muchos otros géneros juegan con la “posibilidad de” en un espacio imaginario. Así que no pongamos muchos peros porque o bien nos cargamos el género, o lo llenamos hasta hacerlo estallar.

Si a esto añadimos esa cosa a la que llamamos “ciencias”, podemos organizar un pitote. Porque ya desde Santo Tomás… digo desde Aristóteles, digo desde quien sea… las ciencias se han clasificado de varias maneras, y eso de “especulativas” versus “empíricas” tiene más años que el esqueleto de “Ardi”. O no tantos, pero a lo mejor... ¿Quién asegura que Ardi no se planteara alguna cuestión existencial cuando tenía su estómago lleno y había conseguido caza suficiente para alimentar a los suyos? Pues eso, las ciencias donde el experimento es posible podrían denominarse empíricas y aquellas en las que no hay experimento posible serían especulativas. Ahora bien, la meteorología hace años era especulativa, y ahora que hay satélites es empírica. Aunque bien puede uno fiarse más del sentido del pastor que de un meteorólogo… Y si es un pastor chino el que nos dice (cual Dersu Uzala) eso de que el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo, consagraremos seguramente nuestra existencia al nomadismo, al animismo y a todo lo que termina en ismo (onanismo incluido). Y haremos el tonto, porque no es Dersu el que dijo eso (aunque bien podría haberlo intuido) sino un matemático y meteorólogo llamado Lorentz que creyó ver en la dinámica de convección una sensibilidad extraordinaria en sus condiciones iniciales. ¿Qué quiero decir con todo esto? No lo sé. Volvamos a empezar.

Quiero decir que toda ciencia es especulativa. Y lo digo yo, así, con un par. Y si toda ciencia es especulativa, aquello que no es ciencia lo es más. Hala. Obviamente, si enciendo el mechero y me lo pego al dedo gordo del pie, el último quedará hecho polvo, así que algo hemos progresado, pero poco más. Si un día dado, uno se intentara quemar el pie y este no se chamuscara, algo raro pasaría. Y lo “raro” es algo interesante para las ciencias. Es más, yo diría que los científicos se enfrentan sólo a lo “raro”, ya que lo “comúnmente aceptado” no es relevante para ellos.

Me estoy pasando. Lo sé. Pero necesito llegar a este estado para afirmar que la mezcla del efecto mariposa con otros conceptos más filosóficos como la existencia, el amor eterno, la memoria o la expansión del universo (vale, quizás este último y por qué no los demás tengan prueba empírica pero a mi no me sirve) tiene más peligro que Rosenberg leyendo un libro sobre ocultismo (esto si que tiene prueba empírica). Y esto es lo que pasa con la historia de Mr. Nobody.

Historia que nos presenta a Nemo a la edad de ciento y pico años en un mundo en el que todo humano ya es inmortal, menos el. Y poco más. El viejo es entrevistado con el objetivo de que narre su vida y experiencias y aquí empieza el pitote. Un pitote de dos horas y media de duración en las que Nemo narra sus recuerdos. Y los recuerdos bien pueden ser empíricos o especulativos… O sea que uno puede recordar lo que ha sido, lo que podría haber sido, lo que ha soñado haber sido o lo que (bajo el efecto de unas cuantas setas) ha sentido en un viaje por el tiempo. Pero ojo con el tiempo, porque supuestamente vivimos en un universo en expansión, que si el universo estuviera en compresión alucinaríamos en supermegacolorines.

Y digo alucinaríamos porque no podemos más que imaginar un futuro especulativo en el que progresáramos en pasado (como en el experimento Benjamin Button) si estamos de setas hasta arriba. Ya que el mismísimo efecto mariposa vendría a decir que ni de coña esto sería como es si fuera del revés. Vamos, que ya está bien de tanto egocentrismo. Que si el universo se comprimiera nos darían a todos por c* sin más. Y lo que produjera la evolución en el tiempo de ese universo comprimiéndose, está por decir. Y seguirá estando por decir el resto de los tiempos que marca este universo en expansión en el que creemos vivir.

Dicho esto la película tiene momentos visuales magníficos que se repiten caóticamente durante más de dos horas de metraje. Cuando aparece la enigmática Sarah Polley, uno no sabe ya donde está, así que ya no soy capaz de afirmar si son peores los primeros 60 minutos de film o los últimos.

Porque lamentablemente, aunque a algunos les pueda parecer revelador plantearse qué hubiera pasado con su vida si el cúmulo de infinitos acontecimientos aleatorios que han determinado la misma hubiera sido otro o se hubiera mezclado de otra forma o se hubiera conectado con otros infinitos fenómenos aleatorios… a otros nos resulta tan sin sentido como buscar una aguja entre la arena de todas las playas de este mundo nuestro y de todos los que no conocemos y que (seguramente) tienen playas de arena o de lo que sea.

El trailer en inglés con subtítulos en francés. Ja, ja…

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