¡Ay! Pompeya



Pompeya se derrumba por el agua, dicen. Pero no exactamente. Lágrimas carroñeras arrasan una de las pocas tumbas no forjada por la mano asesina del hombre sino por aquella mano que nos supera a todos. Si la lluvia destruyera la tumba -igual que el fuego la formó- doloroso sería, pero aceptable. Lo que resulta apestoso es nuestra calidad de carroñeros mentirosos. Pompeya morirá -quizás- en mi cabeza, como aquellos delirios y sueños que nos dejaron Gautier y Jensen (y Freud sobre Jensen). Como una fantasía de amor mítico. Porque el patio pinta muy mal como para largarse allí buscando la Gradiva.

Porque todos aquellos que adoramos el arte, tan sólo andamos por la vida como zombies. Enamorados de un fantasma.

Y prefiero encontrarme con fantasmas que con camorristas. Prefiero idealizar una Ley, que recibir a la ley.

Aquí dejo un link sobre los textos de Jensen, Freud y Gautier.

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