Kant y yo. Y Nietzche y yo. Y Marx y yo. Y… yo.
Obama hablando de la situación en Libia y yo con mis cosillas. El allí, y yo aquí. Hace ya bastante tiempo que dejé de leer filosofía. Simplemente, me aburría tanto rizo, o tanta rama bifurcada, o tanta línea que se cruza, o intersecciones de planos, o espacios vectoriales, o túneles, o espirales, o superficies de revolución, o lo que sea… Si. La cosa con la filosofía puede llegar a enredarse muy mucho. Tú coges un texto y, si eres honrado, intentas aprehender aquello que pasaba por la cabeza del individuo que escribió el tocho, pero si no eres honrado, intentarás interpretar el texto a tu antojo. ¿Cuáles son las consecuencias de lo segundo?, pues muchas. Como decía Kant “hace mucho ya que estamos acostumbrados a ver que se restauran viejos conocimientos gastados, separándolos de sus antiguos enlaces y acomodándoles un traje sistemático, de hechura caprichosa, pero con títulos nuevos; y la mayor parte de los lectores tampoco esperará de aquella crítica, de antemano, otra cosa” (se re