Llorar por fuera, llorar por dentro.
Cuanto más vieja me hago menos hablo. En serio :-D. También pienso mucho menos, para qué negarlo. Leo menos, opino menos, todo menos… Y aunque esto pueda parecer una broma, no lo es. Mi actividad cerebral cada vez es más lenta, más subterránea… En fin, quiero decir con esto que si algo he dejado de hacer (desde hace mucho tiempo) es opinar sobre casi todo en general y sobre ciertos temas “de actualidad” en particular. Y aclaro una cosa, lo que cuelga en este blog que parece opinión no lo es en absoluto.
Pues eso. Nada más lejos de mi intención que leer lo que se publica en los medios sobre temas como el terremoto de Japón y la nueva guerra con Libia y, mucho menos, opinar libremente sobre ello. Peeero, esto no quiere decir que (aunque lo intente) no reciba impresiones sobre los hechos que me rodean (en particular, sobre los comentarios que pululan por la red, por la calle, por las oficinas…). Aunque no lo desee, estoy rodeada de personas, imágenes, periódicos en manos de otros, titulares, pantallas, tweets, retweets, ascensores, escaleras mecánicas… así que, como tengo mi corazoncito y unas orejas en buen estado y unos ojos en muy mal estado pero ojos a fin de cuentas, pues eso, que recibo impresiones. Y no de esas que llegan para quedarse pegadas en la frente como un tatuaje, sino aquellas que encienden lucecillas en mi cabeza, que avivan recuerdos, experiencias, conocimientos del pasado…
En este sentido, el tema de Japón enciende unas pocas lucecillas sobre los japoneses y su carácter, sobre las centrales nucleares y la estupidez (ya ni siquiera se puede hablar de manipulación) de los medios de comunicación, sobre la servidumbre voluntaria de todos aquellos que se dejan llevar por la ola de estos medios, sobre la educación de verdad y la falsa, sobre el camino y los impulsos…
Quiero creer que si llega a suceder en cualquier otro lugar lo que ha ocurrido en Japón los periodistas no tendrían tiempo para titulares “alarmantes”. Las personas, el sistema y las centrales nucleares hubieran respondido de otra manera menos deseable. Quiero creer con esto que aquellos, los japoneses, son en esencia diferentes a todos los que habitamos en la zona de occidente. En esencia, muy diferentes. Tanto que me refiero a ellos como “aquellos”. Saben mucho más sobre dignidad y bien común que todos nosotros, quizás porque para ellos eso de la dignidad y el bien común es un imperativo categórico kantiano, no un imperativo hipotético de mierda. Y eso que ellos, quizás, ignoran a Kant…
Me quedo con un artículo que leí por ahí titulado ¿Por qué los japoneses no lloran? y con otro que he leído aquí, en el blog 1y1y1 titulado “Democracia, república, imbecilidad, terremotos y física nuclear”.
La razón por la cual linko el primero es porque hablé con una amiga de sangre japonesa y española días antes sobre el dolor, la dignidad y el bien común y, dentro de toda la carnaza publicada, me pareció bastante coherente. La razón por la cual linko el segundo es porque es una sábana de mayor tamaño incluso que algunas de las que solía publicar yo hace tiempo y que ya no publico porque no me da la gana. Esta última sábana contiene suficientes desvaríos como para ser de mi gusto y, además, resulta una clase maestra (divertidísima y entretenida) sobre algunos temas que todos (independientemente de la elección ciencias/letras del bachillerato - no hablo de los hijos de la LOGSE y de la LOE porque prefiero no hablar-) deberíamos controlar (o al menos desear controlar) pasados los 30 años… Porque para encontrar un significado y sentido a las cosas en general (y a esta sábana en particular) hay que tener una dignidad y vergüenza que nos falta y que ayudaría soberanamente a sacarnos de la esclavitud en la que nos encontramos. O al manos, a hacernos conscientes de ésta, que ya es un paso.
Y si no os parece todo esto divertido, tenéis un problema. O no, a saber.
Pues eso. Nada más lejos de mi intención que leer lo que se publica en los medios sobre temas como el terremoto de Japón y la nueva guerra con Libia y, mucho menos, opinar libremente sobre ello. Peeero, esto no quiere decir que (aunque lo intente) no reciba impresiones sobre los hechos que me rodean (en particular, sobre los comentarios que pululan por la red, por la calle, por las oficinas…). Aunque no lo desee, estoy rodeada de personas, imágenes, periódicos en manos de otros, titulares, pantallas, tweets, retweets, ascensores, escaleras mecánicas… así que, como tengo mi corazoncito y unas orejas en buen estado y unos ojos en muy mal estado pero ojos a fin de cuentas, pues eso, que recibo impresiones. Y no de esas que llegan para quedarse pegadas en la frente como un tatuaje, sino aquellas que encienden lucecillas en mi cabeza, que avivan recuerdos, experiencias, conocimientos del pasado…
En este sentido, el tema de Japón enciende unas pocas lucecillas sobre los japoneses y su carácter, sobre las centrales nucleares y la estupidez (ya ni siquiera se puede hablar de manipulación) de los medios de comunicación, sobre la servidumbre voluntaria de todos aquellos que se dejan llevar por la ola de estos medios, sobre la educación de verdad y la falsa, sobre el camino y los impulsos…
Quiero creer que si llega a suceder en cualquier otro lugar lo que ha ocurrido en Japón los periodistas no tendrían tiempo para titulares “alarmantes”. Las personas, el sistema y las centrales nucleares hubieran respondido de otra manera menos deseable. Quiero creer con esto que aquellos, los japoneses, son en esencia diferentes a todos los que habitamos en la zona de occidente. En esencia, muy diferentes. Tanto que me refiero a ellos como “aquellos”. Saben mucho más sobre dignidad y bien común que todos nosotros, quizás porque para ellos eso de la dignidad y el bien común es un imperativo categórico kantiano, no un imperativo hipotético de mierda. Y eso que ellos, quizás, ignoran a Kant…
Me quedo con un artículo que leí por ahí titulado ¿Por qué los japoneses no lloran? y con otro que he leído aquí, en el blog 1y1y1 titulado “Democracia, república, imbecilidad, terremotos y física nuclear”.
La razón por la cual linko el primero es porque hablé con una amiga de sangre japonesa y española días antes sobre el dolor, la dignidad y el bien común y, dentro de toda la carnaza publicada, me pareció bastante coherente. La razón por la cual linko el segundo es porque es una sábana de mayor tamaño incluso que algunas de las que solía publicar yo hace tiempo y que ya no publico porque no me da la gana. Esta última sábana contiene suficientes desvaríos como para ser de mi gusto y, además, resulta una clase maestra (divertidísima y entretenida) sobre algunos temas que todos (independientemente de la elección ciencias/letras del bachillerato - no hablo de los hijos de la LOGSE y de la LOE porque prefiero no hablar-) deberíamos controlar (o al menos desear controlar) pasados los 30 años… Porque para encontrar un significado y sentido a las cosas en general (y a esta sábana en particular) hay que tener una dignidad y vergüenza que nos falta y que ayudaría soberanamente a sacarnos de la esclavitud en la que nos encontramos. O al manos, a hacernos conscientes de ésta, que ya es un paso.
Y si no os parece todo esto divertido, tenéis un problema. O no, a saber.
Comentarios
Sobre el asunto de la energía nuclear... Me parece que, con independencia de las tonterías que recojan los medios, la clave está en el modelo de distribución energética, al que apenas se refiere nadie. Si no estoy mal informado (tal y como están las cosas, cualquiera sabe), la cuestión esté en cómo y por qué se descontrolaron las centrales. A partir de ahí, la reacción de los japoneses, en efecto, tiene mucho que ver con sus valores culturales que, en el sentido indicado en el blog que mencionas, son muy parecidos a los del sistema chino, al que juzgamos en occidente como "impresentable".
Y sobre la guerra de Libia... Nuestras "repúblicas" (algunas, bananeras) sólo se preocupan de los problemas humanos en los países con recursos naturales. Y en el fondo de la cuestión existe un núcleo afín al mencionado para Japón: los libios pertenecen a un modelo cultural diferente del nuestro, en el que también son muy importantes los valores sociales, por supuesto, supeditados a referencias "peculiares".
Pd.- antes leí mi comentario y de repente mo lo emtendí, sólo he añadido una coma, espero que se entienda.
Juanjo… pues va a ser que no entiendo tu comentario, ni el primero, ni el segundo :-D. Ese - de “menos” a Kant - no lo entiendo. ¿Quieres decir que echas de menos a Kant o que suscribes todas las palabras menos esa?
Ja, ja… Kant no tiene demasiados amigos entre los filósofos. O lo aman o lo odian. Aquellos que “temen” la palabra “vida” o “vivo”, lo aman. Aquellos que defienden la palabra “vida” o “vivo”, lo odian. Respecto a los aficionados, la mayoría no tiene ni puñetera idea de lo que Kant quería decir. Yo, que no soy ni filósofa ni aficionada a la filosofía, tan sólo entiendo a Kant como filósofo del sujeto. Me importa un bledo todo lo demás… Me ayuda mucho a entenderme y a entendernos como todo aquello que podemos llegar a ser. Pero además, sucede que yo sí creo que sé lo que es la vida, y no la temo… Así que Kant me permite un juego superinteresante que es mío propio y como no tengo intención de defender ninguna teoría como pura herramienta de poder, pues resulta que su filosofía me resulta la más inteligente para explicarlo absolutamente todo, sin olvidar que la realidad es una consecuencia de nuestra actividad… kantianamente hablando, ja, ja…