The Help (Tate Taylor, 2011). La vida no es un viaje de héroes.


Me resulta complicado (sobre todo a mí, que soy supercompleja) terminar The Help sin darle 5 minutos al tarro. Aclaro que “darle”, en mi caso, significa eso literalmente: darle un golpe, menearlo para que se descoloquen un poco las piezas y vuelvan a juntarse, a ser posible, de forma diferente a la inicial.

The Help cuenta la historia de unas sirvientas y sus señoras a principios de la década de los 60 en el estado de Mississipi. Por supuesto, las sirvientas son negras y sus señoras blancas. Una de estas “señoritas”, la joven Eugenia "Skeeter" Phelan, acaba de graduarse en la universidad y al volver a su pueblo encuentra que la diferencia que la separa del resto de las chicas con las que creció (todas casadas, con niños y sirvientas) es más grande que el desierto del Sahara. Skeeter está perfectamente integrada en el “sistema” de su pueblo, no nos engañemos (su madre fue miembro honorífico de las DAR ladies), solo que… parece sentir por sí misma. Más allá de las ataduras sociales, analiza sus sentimientos por la mujer que la cuidó (Constantine) y que fue despedida por su madre, analiza su historia y, con ella, la de todas las demás mujeres negras que crían a los hijos de sus amigas. Esto, la apariencia. En realidad lo que quiere Skeeter es ser escritora y ya que su camino comienza por escribir una columna sobre consejos y trucos domésticos (especialidad ante la cual se encuentra indefensa porque no tiene ni pajolera idea sobre actividades domésticas) decide contar con Aibileen Clark (sirvienta de su “amiga” Hilly Holbrook) como referencia en todo lo que no sea… redacción.

A partir de aquí (minuto 30 más o menos del film) el héroe cruza el umbral (como diría Campbell) en respuesta a su compromiso con la llamada… (y ojo, que el héroe no es Skeeter sino Aibeleen) Y ¿qué llamada es esta?, pues una de tantas a la razón y la justicia. El problema es que la vida no es un viaje de héroes. No. Hay esquemas que funcionan perfectamente para pelis como Matrix o la saga StarWars, no para pelis que profundizan (o lo pretenden, aunque no es el caso) en lo vergonzante de nuestra condición humana.

Antes de entrar en el ajo, recordemos que Martin Luther King fue honrado con el Nobel de la Paz en 1964 y asesinado cuatro años después. También hay que anotar que la historia de Kathryn Stockett, autora de la novela The Help, no parece tener mucho que ver con la que se desarrolla en film (que por otro lado, no tiene por qué).

Y ahora, al ajo. Nos enseñan la historia (la general, no la particular de The Help) como una crónica de acontecimientos, una sucesión de hechos con frecuencia marcados por una idea de “progreso”. No podemos evitar, supongo, añadir a esta crónica nuestro juicio moral, el conjunto de principios o normas que dirigen nuestro comportamiento. Gracias es estos esquemas, principios, normas y reglas aprendidas, aplicamos lo que llamamos, sentido moral.

Pero… si uno aplica la ética (que inicialmente significaría lo mismo pero, con el tiempo, no significa lo mismo) se impone la reflexión y con ella la crítica, la discusión acerca del conjunto de normas, esquemas o principios que constituyen nuestra moral.

Digamos que la raíz de la moral se encuentra en las costumbres y no debería distinguir entre “lo bueno” y “lo malo”, sino entre lo virtuoso y lo pernicioso. La ética, sin embargo, tendría sus raíces en el carácter y estudiaría qué es lo moral y su justificación. Buscaría las razones de utilizar un sistema moral u otro y sí, profundizaría sobre el bien y el mal para llegar quizás a aquello que dijo Kant: Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo de una buena voluntad.

En algunas lenguas, lo moral se opone a lo físico. Ciencias morales se oponen a las ciencias “naturales”. Es decir, la moral se encargaría de todo aquello que no es puramente físico en el hombre (la historia, la política, el arte…), todo lo que corresponde a las producciones del espíritu “subjetivo”. De esta manera, las ciencias morales (o políticas) contendrían los mismos temas y objetos que las ciencias del espíritu, sobre todo cuando estas atienden al espíritu objetivo y de su relación con el subjetivo, excluyéndose (con frecuencia) ese saber del espíritu subjetivo (psicología).

En ocasiones se opone la moral a lo intelectual para significar aquello que corresponde al sentimiento y no a la inteligencia. Finalmente, la moral se opondría a lo inmoral o amoral ya que se somete a un valor que lo amoral o inmoral ignoran.

Por lo demás, Kant distinguió entre moralidad y legalidad… y Hegel entre moralidad subjetiva y objetiva (cumplimiento del deber por el acto de la voluntad y obediencia a una ley moral fijada por normas o leyes - una de las formas del espíritu objetivo- respectivamente).

La ética se preguntaría si un modo de ser, una virtud o cualidad, una acción son o no “éticos” y tendríamos que viajar hasta Aristóteles para entender sus virtudes éticas (finalistas) y pasar por los cristianos que absorbieron lo ético en lo religioso para entender lo que conlleva a la edificación de un tipo u otro de ética… Como siempre, Kant, nos ofrecería el único ejemplo o empeño en establecer lo a priori en la moral… porque el cachondeo se intuye ¿no? Kant, como siempre, establece imperativos y en este caso imperativos éticos superiores que tienen con respecto a la experiencia moral la misma función que las categorías con respecto a la experiencia científica. El resultado, como siempre, es que semejante inversión de las tesis morales (en Kant) conduce al trastorno de todas las teorías existentes con respecto al origen de los principios éticos. Y Kant no deja de ser ambiguo, quiero decir que no deja de estar sometido a todo tipo de interpretaciones ya que, por ejemplo, de su ética surge el famoso imperativo categórico que debe ser cogido con pinzas esterilizadas…

No voy a entrar más en todo esto. Tan solo quería esbozar el confuso marco de la ética y la moral con tintes idealistas para meter (así, de repente) el contraste salvaje del materialista que se reiría de todas estas “ciencias morales” que “nada tienen que ver con lo natural” cuando, precisamente, la materia es lo primario y el resto de las cosas, son consecuencia de ésta, epifenómenos tan solo. A priori, esto puede parecer una chorrada, pero a mí me ayuda mucho más a entender “la historia”. Me ayuda más entender los actos del ser humano como resultado de, por ejemplo, sus pulsiones sexuales (diría Freud) que como resultado de “leyes morales” que vienen del más allá y no del más acá.

Si. Moleste a quien moleste, eso está ahí. La moral de Jackson es el resultado de los esquemas, normas y reglas que ellos fueron adquiriendo y aprendiendo a lo largo de su vida. Quién diría lo contrario… Pero claro, ahora que somos superguays… nos parece una moral aberrante. Es más, nos parece tan aberrante que no somos capaces de “ver” cómo nosotros respondemos a patrones y esquemas similares.

En este sentido, The help no es más que una farsa para autoindulgentes. Somos “humanos” y comprensivos desde lejos… La tolerancia y la humanidad florecen mejor cuando no nos cuesta nada, cuando nada de lo “nuestro” entra en juego. Así que ojo… que no somos guays, somos lo que somos y sentirnos guays viendo o haciendo una peli no arregla nada. Lo mismo ocurre o, al menos, lo mismo siento yo cuando miramos al “nazismo”, ya escribí algo sobre ello aquí.

¿Por qué digo que somos unos flojeras autoindulgentes?

Ejemplo concreto uno: En "The Help" los oprimidos son justos e inteligentes, los cobardes valientes y los malos se arrepienten. Consecuentemente, el film no es más que un fairytale para hacernos llorar. Porque, en verdad, ¿somos justos?, ¿somos valientes?, ¿los “malos” se arrepienten? No hijos no. Ni de coña. Somos cualquier cosa menos tolerantes.

No nos cuesta nada reírnos de la banda de miembros del Tea Party que salen en la peli, de su miseria moral… cuando aquí y ahora somos exactamente iguales. Y si no, que pregunten a todos aquellos que siguen disfrutando cuando los llaman “señor” o cuando disponen en su casa de una “zona de servicio”. Que pregunten a todas las “señoras” que dejan “hoy” a sus hijos al ¿cuidado? de mujeres que no son como las del film de Tate Taylor, no. Porque las “cuidadoras” de hoy son como nosotros y no se hacen cargo de nuestros niños. Si los niños lloran hasta rabiar, se la pela. Si los niños llevan mocos hasta la barbilla, se la pela. Y no me lo estoy inventando, lo he visto. He visto escenas que harían llorar a cualquier madre si las viera… o no; vayan ustedes a saber. Y por supuesto que no, no todas las “cuidadoras” y no todas las “madres” son así… claro que no (espero que sean minoría). Digo que esto sigue existiendo y que desgraciadamente muchos niños no tienen “cuidadoras” como las que aparecen en The Help. Digo que tenemos que ser responsables y honestos, y no sacar el pañuelo viendo una peli para, después, volver a casa tan panchos.

Ejemplo concreto dos: los miembros del Tea Party se preocupan por su físico, son estúpidas y amaneradas, viven al servicio de sus hombres y de lo que ellos consideran “correcto”. Hoy, nos creemos las reinas del mambo y pinchamos nuestras tetas para… ¿quién?..., ¿para nosotras? Soportamos que los tíos hagan chistes respecto a la inclinación de nuestros pezones, cuando ellos no se atreven a cuestionar sus “facultades”… No nos damos cuenta, la verdad, pero es indignante.

Ejemplo concreto tres: las verdaderas madres, las “cuidadoras”, las “MUJERES” de The Help, son negras y gruesas… son un poema de carne y sangre afectiva versus la inanición física y moral de sus “señoras”. Las negras tienen una ética… que bien recuerda su Dios cada domingo… En serio, ¿nos sentimos cómodos y satisfechos con estos dos extremos de “mujer”? No. Porque no existen. Hay de todo en ambos bandos y hoy en día es muy fácil que una de esas “cuidadoras” resulte un esperpento moral del calibre 577 y que una “fashion victim” derroche una perfección moral que a cuantos nos gustaría. No nos engañemos, las “señoras” de hoy no son villanas o “archienemigas” como Hilly Holbrook. La vida no es un viaje de héroes como el cine de siempre intenta enseñarnos.

En definitiva, el film nace arraigado en el principio clasista y racista de una época y “éticamente” no tenemos derecho a verlo como algo lejano y que no nos aplica… por esta razón no se puede disfrutar del film. No si consideramos en serio la moral y la ética. No si nos ponemos espiritualmente categóricos, como Kant y materialmente intransigentes, como Marx. ¿Qué manejo dos extremos peligrosos? Ya, yo soy así.

Ahora bien, The Help, fílmicamente hablando, evita la catástrofe en la que podría haber caído porque “navega” con cuidado por un montón de temas delicados. ¿Cómo?: sin profundizar en ellos y ayudándose de una “crítica social irreal” y, por supuesto, sentimental. Algo así como una “sátira” blanda… o una sátira estúpida, sin inteligencia, que se arropa en un sentimentalismo plano. Pero vamos, que esto funciona muy bien siempre. Son películas “femeninas” que resultan “entrañables” no sé muy bien por qué razón.

Y es que (como apunta Julio Rodríguez Chico en su crítica) (tomo literalmente el párrafo modificándolo en parte): el tono que impone el director es satírico porque marca y remarca hasta la saciedad una mentalidad trasnochada y patética, y también es entrañable al mirar la otra cara de la moneda que, por sensata y humana, resulta más luminosa… De esta manera, se forma una especie de díptico un tanto maniqueo para resaltar lo absurdo de una sociedad carcomida por la falsedad o el miedo, de un mundo en que hay historias negras que es preciso sacar a la luz y ambientes enrarecidos que ventilar. Son historias negras no porque sus protagonistas sean antiguos esclavos ahora convertidos en criados, sino porque dejan ver una realidad vergonzante y la negrura de unas almas de apariencia blanca. La dualidad blanco-negro se corresponde con la de señora-criada, pero es inversamente proporcional a la de humanidad-mezquindad y en ella queda patente lo empobrecedor de una ociosidad que se pierde jugando al bridge frente a la labor del hogar que realizan las verdaderas mamás. La película se ve con gusto aunque le falta fuerza e intensidad, y nos ofrece algunas historias divertidas, como la de la tarta, y otras emocionantes, como la de Skeeter y Constantine, con una ambientación que es —junto al reparto femenino— lo más conseguido de la cinta.

Pues eso. Nada más que decir. Las actrices (esas heroínas que, como marca el canon, cruzan al mundo mítico en el minuto 30 más o menos…) son de órdago: Emma stone, Viola Davis, Bryce Dallas Howard , Octavia Spencer, Jessica Chastain… y la ambientación entrañable, también.

Respecto al “trasfondo moral o ético”… no dejamos de hacer pelis y escribir libros que remarcan nuestra estupidez y egolatría, nuestra sensación de superioridad que construye un ego también suficientemente mentiroso como para idear una “moral”.

Finalmente una justificación sobre el por qué de tanta indignación exagerada, de tanta negatividad. Creo que nuestra actitud es muy importante, que tiene que ser valiente y no pecar de hipócrita. El respeto… o, mejor dicho, el camino hacia el verdadero respeto y la tolerancia comienza en nuestro día a día, en la más profunda reflexión acerca del principio o raíz de esta intolerancia y fanatismo. En nuestra idea de igualdad y derecho y en el respeto por ambas. ¿Dónde empieza?

Comentarios

RH ha dicho que…
Debería ver la película antes, no obstante, de tus palabras infiero sobre ella algo que ya me pareció percibir cuando vi los anuncios de su promoción. Es como una especie de "déjà vu" estandarizado. Cada uno es lo commplejo que puede ser, depende de su capacidad. Cuando una cuestión le supera, un método a veces útil es la "reducción" a modo matemático, o sea, simplificar esa cuestión hasta un grado de complejidad menor de forma que nos permita entender. La reducción, sospecho, hace perder precisión (como si fuera la definición de una fotografía) y cuanto menos necesidad de reducir (más capacidad), más acierto en el entendimiento.
Muchas de las películas o novelas tan directamente "morales" (es una forma de decirlo muy callejera, lo sé), simplifican tal vez demasiado porque quieren abarcar(y recaudar) un espectro grande. Pero también se podría sostenter que tal vez el mundo no avanza lo suficiente sin estos mensajes tan simples y nítidos, aunque esa nitidez y simpleza del mensaje conlleve el margen de error y la imprecisión.
Los estados del sur en los años 60 son un escenario fácil por lo grosero de sus parámetros: el mundo está cambiando (al menos eso parece); la guerra fría lo envuelve todo en una atmósfera fantasmagórica de bivalencias políticas, ideológicas y morales; se plantea la revisión de los derechos civiles; eclosión de movimientos pacifistas y antisegregacionistas; Vietnam; Cuba; contracultura; etc.etc.etc. Puede que sean necesarios períodicamente los mensajes fundamentales morales (puntos comunes de la moralidad subjetiva y objetiva de Hegel que citas), pero en eso va también algo de fundamentalismo moral, supongo, y en ello está, claro, el riesgo totalitario de la manipulación.
En cierto modo es un escenario orweliano (sería mejor decir huxleiano). Se precisa un grado determinado de "soma", una conciencia común que tranquilice, algo que sea capaz de ser "digerido" por todos, un mínimo común múltiplo. Puede que sea lo mejor, lo más eficaz para que la maquinaria del progreso, aun con sus lastres y graves precios, avance. Puede, sí, no estoy capacitado para discutirlo, pero todo eso me produce una sensación de tristeza, decepción, desencanto, no sé bien cómo llamarlo. Y es que a veces lo que uno necesita no son respuestas apuntaladas y luminosas, al margen de lo acertadas o no que puedan ser, sino preguntas. Buenas preguntas que no resuelvan directamente aquella "cuestión" que decía al principio, sino que empujen a una posición un poco más compleja y menos nítida en la que uno pueda sacar (o intentarlo) sus propias conclusiones o, sencillamente, reformular las preguntas iniciales.

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