Walter Lewin. Por amor a la física (Debate, 2012)
Para celebrar mis 12
horas de jornada laboral (ya, ya sé que esto no es demasiado, pero en
determinadas circunstancias - creedme - lo es) voy a celebrar también los más
de dos meses (exactamente dos meses y una semana) que me ha llevado leer el
libro que el astrofísico y profesor del MIT Walter Lewin presentó allá por
febrero de este año Por amor a la física. Mis compañeros (benditos todos) se
burlaban de mí… con el dichoso librito siempre encima de la mesa… pero sí… leo
despacio y, además, algunos de los capítulos del libro los he leído dos veces.
Habría leído todos dos veces pero, al final, decidí acelerar en la recta final
porque tengo que cambiar de libro antes de irme de vacaciones.
Creo que descubrí el
librito, como siempre, por casualidad gracias a este post en Amazings, aunque
quizás fue en otro lugar. En cualquier caso recomiendo la entrada porque, como
dice el autor, a veces (más de las que quisiéramos) perdemos la conexión entre
los fenómenos reales y la didáctica escolar (y universitaria, por qué no) y no
es Amazings un blog que descuide esa conexión sino todo lo contrario. Además,
linka a un artículo en lainformación.com que incluye algunas respuestas del
profesor a preguntas relacionadas con la enseñanza de la física. Respuestas
claras y evidentes: “aburrir con una clase de física es un crimen”; los malos profesores de física, incapaces de entusiasmar a los
alumnos “son unos malhechores”. Tal cual. Debería coger yo a unos cuantos (casi
a todos los míos) y quemarlos en la hoguera. Yo no me sentiría igual, desde
luego, si cualquiera de mis profesores de física, tras explicar las ecuaciones
de Maxwell se hubiera dirigido a la clase diciendo “vuestras vidas nunca serán
las mismas, todos vosotros habéis perdido la virginidad”. Escuchando esto
siento que mi vida es siempre la misma y que sigo virgen y gilipollas gracias a
mis profesores.
Pero no. No tanto pero
casi, diría yo. Gracias a IDibbIt (lugar en el que intento colocar todo aquello
que “me pido” o deseo que me regalen, o que suceda, o que me divierta, o lo que
sea) un muy querido compañero de trabajo (al que, por cierto, dedico este post)
me regaló el libro de Walter Lewin y me lo he leído despacio, muy despacio.
Como decía Paul Valéry hay que disfrutar de algunas cosas como si no nos
apetecieran realmente. La urgencia es pecado.
El último capítulo del
libro de Lewin se llama “Formas de ver”, y empieza así (corto pego párrafos
seleccionados e inserto algún comentario):
“La mayoría de los
alumnos de secundaria y de universidad odian las clases de física porque suele
explicarse como un complicado conjunto de fórmulas matemáticas. Yo no utilizo
ese enfoque ni en el MIT ni en este libro. Presento la física como una forma de
ver el mundo, que revela territorios que, de otra forma, estarían ocultos, desde
las más diminutas partículas subatómicas a la inmensidad del universo…. Existe
para mí una fascinante relación entre el arte y la física; el arte innovador es
también una nueva forma de ver, una nueva forma de mirar el mundo…Me encantaba
que en las galerías y los museos, al contrario que en el instituto, te guiabas
por tus propios intereses, deteniéndote cuando querías, permaneciendo el tiempo
que te parecía oportuno, continuando cuando te venía en gana…. Es una verdadera
lástima que el arte pueda parecer tan oscuro y difícil como la física le
resulta a tanta gente que ha tenido malos profesores… Aprendí que el arte no
trata únicamente, ni siquiera principalmente, sobre la belleza, sino sobre el
descubrimiento, y es aquí donde para mí confluyen el arte y la física”.
Fabuloso. Decía Walter
Lewin, respondiendo a la pregunta del artista Peter Struycken ¿Cuándo es una
cosa diferente de otra?, que todo dependía de la definición de diferencia que
uno utilizase. No diré más. Está claro, ¿no? Las cosas pueden ser una misma
cosa o no dependiendo del nivel de diferenciación que planteemos.
Sobre el libro… poco que
añadir. Para mí ha sido una compañía, un regalo. Porque Walter Lewin y su forma
de enseñar la Física suponen un regalo para todo aquel que siempre ha querido
aprender a amar las cosas a base de “entenderlas” y no solo “imaginarlas”. Lewin
expone sin artificios, ego y malas intenciones. Es (repito) un regalo que me ha
venido muy bien en un momento en el que todo lo que creía saber había perdido
peso. Había desaparecido.
No sé cómo será la
realidad, la experiencia de asistir a las clases de este hombre cuando uno
estudia en el MIT. Solo sé que he asistido virtualmente y en diferido a algunas
de las que se encuentran aquí (tres cursos de física en el MIT están completos
en esta web) y he comprendido alguno de los fenómenos que malamente me
explicaron en el instituto y luego en la universidad. Así que no puedo dejar de
imaginar lo que hubiera sido una carrera universitaria de la mano de profesores
como éste… Hay que calcular, resolver, predecir, pero también hay que
comprender y entusiasmarse con las cosas.... Leyendo este libro terminaba una
frase y encontraba una siguiente aclarando precisamente aquello que esperaba
que fuera aclarado y que jamás se aclara en los libros básicos de enseñanza…
qué decir de otros libros divulgativos.
La mayoría de los libros
divulgativos juegan con teorías fantásticas que más que colocar, descolocan.
Lewin no fantasea en absoluto y predice lo justo. Aquello que los datos
permiten predecir. El libro sobrará a todos aquellos que estudiaron física en
profundidad, pero para aquellos que solo pasamos por encima de esta asignatura
en la universidad (y además, con profesores malos) y que disfrutamos con los
libros divulgativos sobre cuántica y teorías varias poco intuitivas Por amor a
la física es un bálsamo protector, curativo… Un libro encantador que se centra
en la mecánica de las cosas y que, curiosamente, ayuda a comprender otras menos intuitivas e incluso maravillosas. Porque a Lewin no se le escapa nada. Es un
maestro de la didáctica.
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