John Collier . Lilith 1887 La mujer mientras tanto, de su boca de fresa, retorciéndose igual que una serpiente en la brasa y amasando sus pechos en el hierro de su ballena, dejaba corres estas palabras todo impregnadas de almizcle: -“Yo, tengo el labio húmedo, y sé la ciencia de perder en el fondo de un lecho la antigua conciencia. Seco todos los llantos en mis pechos triunfantes, Y hago reír a los viejos con la sonrisa de los niños. ¡Sustituyo, para quien me ve desnuda y sin velos, La luna, el sol, el cielo y las estrellas! Soy, mi querido sabio, tan docta en voluptuosidades, cuando ahogo un hombre en mis brazos temidos o cuando abandono a los mordiscos mi busto, tímida y libertina, y frágil y robusta, que sobre estos colchones que se pasman de emoción, ¡los ángeles impotentes se condenarían por mí!” Cuando ella hubo de mis huesos succionado toda la médula, y que lánguidamente me volvía hacia ella para rendirle un beso de amor, yo no vi más ¡que un pellejo de flancos viscosos, todo l