Excesivo Expresionismo.


Solo una vez en la historia, tal sólo una vez, el arte se quedó en pelotas, se descompuso por completo, se rompió desde dentro y se mostró grotesco y antiestético, totalmente indispuesto y maloliente. Si. Es un comentario excesivo pero merecido. Muchas de las obras que se muestran en la exposición ¡1914! La vanguardia y la Gran Guerra son eso mismo; excesivas.

Hastiado de sí mismo, solamente una vez el arte se desintegró hasta el extremo de transformarse en pesadilla, fantasmagoría del inicio de un Siglo que comenzó revuelto y del revés. Sus pedos y eructos, la violencia, siguen vivos… de algún modo.

Por eso me hace gracia comentarios como este: “Yo no entiendo…, pero a mí esto no me gusta”. Léase con cara de disgusto y disculpa.

¡¿Cómo van a gustar (ser objeto de placer) una panda de soldados estirados y huesudos, pálidos y sin rostro definido, mal pintados bajo unas duchas?!
¡¿Cómo van a agradar los rostros abotargados y grotescos de tantos seres que surgieron de la mano de Nolde, que pintó de colorines hasta a Jesucristo?!
¡¿Cómo que no se entiende?¡ Nada coherente puede escribirse sobre una guerra (K. Vonnegut en Matadero 5), y tampoco pintarse.



Los cuadros que podremos admirar hasta el 11 de Enero en la Casa de la Alhajas (de gratis) y el Museo Thyssen-Bornemisza (previo pago de 5 € y no 9 € como en el Museo del Prado) responden en su mayoría a las visiones interiores de unos cuantos alemanes durante la primera guerra mundial, a la locura como norma, al sueño y la total pérdida de la razón. Pero ellos no estaban locos; tal vez desesperados o descolocados mientras observaban como el mundo conocido se rajaba y se daba la vuelta... Algunos de ellos quedaron atrapados en una carcajada eterna y rasgada como la del personaje de Victor Hugo.

En esta muestra se hace referencia a las vanguardias pero solo parte de sus intenciones o fundamentos están representados. El conjunto responde más a las intenciones (y entre ellas la respuesta a la guerra) de toda la cúpula expresionista alemana (Dir Brücke, Der Blaue Reiter)...


La vanguardia, o sea, la voluntad de insurrección, la autodeterminación del arte, la individualidad y la libertad creativa, el avant garde, tiene muchas caras: desde el delirio mecanicista de los futuristas, a la representación llamada “libre y expresiva” (opresiva y decadente bajo mi punto de vista) de algunos de los expresionistas alemanes a base de colores primarios y formas deshechas. También nos sirve el delirio solipsista del austriaco Egon Schiele para meterlo en ese saco expresivo y trágico…


Todos muertos, todos jóvenes, todos imitados hasta la saciedad… Su vida y su obra son drama y tragedia… Pero a lo que iba. Tan importante resulta detenerse en esta “actitud” trágica, como en el camino definitivo hacia la abstracción que comienza a surgir justo en esos momentos, no como una reacción frente al realismo de la fotografía (como dicen por ahí), sino como una extravagante inversión hacia dentro (más o menos mirando al ombligo) tras el periodo inicial de abstracción luminosa, estructural, formal, iniciada por los impresionistas (por simplificar… ya que deberíamos viajar hasta Ingres para hablar de abstracción). Los pintores comienzan a simplificar. Algunos buscan la pureza de la forma (y a Dios a través de ella), otros deliran con ella, otros la hacen progresar y otros la hacen simple, primitiva; los expresionistas fracturan la realidad figurativa reduciéndola a un nuevo juego de trazos abusivos y abundantes colores primarios en actitud totalmente primitivista.


En definitiva, la exposición responde más a una exhibición de expresionismo alemán en sus dos formatos clásicos (Die Brücke, Der Blaue Reiter) que a la respuesta de las vanguardias a la Gran Guerra. Y si no, que se lo pregunten a Duchamp y su respuesta Dadaista en su refugio de Nueva York…

Algunos se dejaron las pelotas en el campo de batalla y sus cuadros están en esta exposición. Otros, como Duchamp, dadadearon en Nueva York, ja, ja…

Por cerrar con el expresionismo, os dejo aquí (cómo no) una muestra de ese cine que el enigmático Krakauer utilizó para psicoanalizar a ese pueblo alemán destruido que algo más tarde, y según su tesis, recibiría al nazismo con los brazos abiertos: El testamento del Dr. Mabuse (F. Lang, 1922). También una muestra musical, de la mano de Schönberg: Glenn Gould yPatricia Rideout interpretan (piano y voz) los poemas 1, 2, y 5 del Pierrot Lunaire. Y un par de ejemplos de un pintor de esta época que me interesa en particular: August Macke.





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