Recordando a Medusa


El otro día (bueno, hace una semana o más) leía en Tierra de Cinéfagos que, a finales de este mes de abril, comenzará el rodaje del remake del film Furia de Titanes, dirigido por Desmond Davis en 1981.

Recuerdo cómo me gustó esta peli. Justo en un año en el que ya habíamos visto Indiana Jones, Star Wars y Star Treck (con efectos especiales de nueva generación), venía Furia de titanes -con su aire anacrónico- devolviendo la magia de algunas pelis de los 50 y 60… Pero, sobre todo, nos traía al último Harryhousen. La maravilla y las criaturas misteriosas volvían a moverse como nunca más se han movido en la historia del cine.



Furia de Titanes fue la despedida del cine del mago de los efectos especiales Ray Harryhausen, el genio de la stop-motion (técnica de animación consistente en mover -y fotografiar- los personajes fotograma a fotograma). Los herederos manejan la plasti, creando muñequitos como los que aparecen en Pesadilla antes de Navidad, La novia cadáver o Wallace y Gromit. Pero Harryhausen, creaba monstruos y criaturas maravillosas. Con un toque siniestro, extraño y mucho más allá de la realidad. Su forma de moverse demostraba más que otra cosa que pertenecían a otro mundo, aunque "aparecieran" en el nuestro. De hecho, ahora el cine japo (o al menos ellos empezaron) hace lo mismo con sus pelis de terror en las que “anima” de una forma extraña a sus muertos, eliminando planos y acelerando o deteniendo el movimiento a su antojo. Esto es (el movimiento) lo que confiere a los muertos un aire macabro y terrible. La forma de "montar" a través de movimientos recortados con distinta duración en el tiempo, contiene en sí misma la "maravilla".

Symbad y la princesa

Escena del cíclope




Furia de titanes Perseo y la Medusa…


Y todo esto me ha llevado a un estupendo libro de Italo Calvino que leí hace años llamado Seis propuestas para el próximo milenio, en el que habla, con bastante sutileza, de ciertos valores o cualidades o especificidades de la literatura que le son particularmente caros, tratando de situarlos en la perspectiva del nuevo milenio.

Calvino habla en este libro sobre la levedad, la rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad y un apéndice que se llama: el arte de empezar y el arte de acabar. Es un librito rico en referencias, y aquí os dejo una de ellas, base del capítulo que habla sobre la levedad. Se trata de una referencia a Perseo y la cabeza de la Gorgona Medusa…

“En ciertos momentos me parecía que el mundo se iba volviendo de piedra: una lenta petrificación, más o menos avanzada según las personas y los lugares, pero de la que no se salvaba ningún aspecto de la vida. Era como si nadie pudiera esquivar la mirada inexorable de la Medusa.

El único héroe capaz de cortar la cabeza de la Medusa es Perseo, que vuela con sus sandalias aladas; Perseo, que no mira el rostro de la Gorgona sino sólo a su imagen reflejada en el escudo de bronce. Y en este momento, cuando empezaba a sentirme atenazado por la piedra, como me sucede cada vez que intento una evocación histórico-autobiográfica, Perseo acude de nuevo en mi ayuda… Para cortar la cabeza de la Medusa sin quedar petrificado, Perseo se apoya en lo más leve que existe: los vientos y las nubes, y dirige la mirada hacia lo que únicamente puede revelársele en una visión indirecta, en una imagen cautiva en un espejo. Inmediatamente siento la tentación de encontrar en este mito una alegoría de la relación del poeta con el mundo, una lección del método para seguir escribiendo. Pero sé que toda interpretación empobrece el mito y lo ahoga; con los mitos no hay que andar con prisa; es mejor dejar que se depositen en la memoria, detenerse a meditar en cada detalle, razonar sobre lo que nos dicen sin salir de su lenguaje de imágenes. La lección que podemos extraer de un mito reside en la literalidad del relato, no en lo que añadimos nosotros desde fuera.

La relación entre Perseo y la Gorgona es compleja: no termina con la decapitación del monstruo. De la sangre de la Medusa nace un caballo alado, Pegaso; la pesadez de la piedra puede convertirse en su contrario; de una coz, Pegaso hace brotar en el monte Helicón la fuente donde beben las Musas. En algunas versiones del mito, Perseo montará el maravilloso Pegaso caro a las Musas, nacido de la sangre maldita de la Medusa… En cuanto a la cabeza cercenada, Perseo no la abandona, la lleva consigo escondida en un saco; cuando sus enemigos están a punto de vencerlo, le basta mostrarla alzándola por la cabellera de serpientes y el despojo sanguinolento se convierte en un arma invencible en la mano del héroe, un arma que no usa sino en casos extremos y sólo contra quien merece el castigo de convertirse en la estatua de sí mismo. Aquí, sin duda, el mito quiere decirme algo, algo que está implícito en las imágenes y que no se pude explicar de otra manera. Perseo consigue dominar ese rostro temible manteniéndolo oculto, así como lo había vencido antes mirándolo en el espejo. La fuerza de Perseo está siempre en un rechazo de la visión directa, pero no en un rechazo de la realidad del mundo de los monstruos en el que le ha tocado vivir, una realidad que lleva consigo, que asume como carga personal”.

Sobre la relación entre Perseo y la Medusa podemos aprender algo más leyendo a Ovidio en las Metamorfosis

Veamos cómo Perseo, tras liberar a Andrómeda, piensa en donde reposar la cabeza de Medusa:

Ovidio - Metamorfosis 740 - 752

“El héroe, sacando agua, lava sus manos victoriosas, y para no lesionar la cabeza serpentífera con la dura arena, mulle la tierra con hojas, extiende plantas nacidas bajo el agua y coloca allí la cabeza de la Forcínide Medusa.
Las plantas recientes y todavía vivas absorbieron en su médula porosa la fuerza del monstruo, se endurecieron a su contacto y cobraron una rigidez desconocida en ramas y hojas.
Las ninfas del mar intentan aquel prodigio en más plantas, se alegran al conseguir lo mismo y lanzan numerosas veces a las olas las semillas sacadas de aquéllas.
Todavía ahora se conservó en los corales la misma propiedad de endurecerse al tocar el aire y de convertirse en roca encima del mar lo que era mimbre dentro del mar”.

Calvino destaca la representación de la levedad con el gesto de cortesía de Perseo “hacia ese ser monstruoso y aterrador, aunque también en cierto modo deteriorable, frágil. Pero lo más inesperado es el milagro que sigue: las ramitas marinas en contacto con la Medusa se transforman en corales y para adornarse con ellos acuden las ninfas que acercan ramitas y algas a la terrible cabeza”.

Y Hefesto labrará la égida de Zeus, llevando el rostro de la Gorgona en su centro.

La Medusa arriba representada es de Caravaggio. Probablemente su autorretrato.

Yo también me veo con la cabeza llena de serpientes. Siempre me gustó este mito y he adoptado su nombre en muchas ocasiones.

Este blog, debería firmarlo Medusa. No Vera Miles.

Comentarios

Gabriel Ramírez ha dicho que…
Qué buna entrada, Vera. Habrá que leer a Guillermo el texto. Si quiere más te lo digo. :)
Reconozco que ese cine de mi infancia tiene cierta "magia" por debajo de las cualidades infantiles. Lástima que, desde las simplificaciones maniqueas de ese tipo de cine, destruya las capacidades sugerentes de los relatos mitológicos...
¿Vera o medusa? Asumir las posibilidades retóricas (metafóricas) de Medusa... Me petrifican tus ideas ;)
vera ha dicho que…
Alp. Me gusta Medusa porque - dicen - es un monstruo de la tierra, telúrico. Nada que ver con el olimpo. No celestial…

Pero sobre todo, porque cuenta Ovidio que era bella y de hermosos cabellos. Y Neptuno (que ya la había echado el ojo a esos cabellos) abusó de ella en el templo de Minerva (Andrómeda) y ésta última, muy enojada, como no podía arremeter contra Neptuno, lanzo su cólera hacia Medusa… transformando sus cabellos en serpientes. Bueno, Ovidio no profundiza tanto, esto son ya versiones posteriores.

Sus cabellos, la causa de su hermosura, los transforma la hija de Neptuno en culebras… para que sea aborrecida por todos.

Como la vida misma. Y, además, todo aquello que te mire, quedará petrificado… Jamás podrás mirar nada… amar nada… Lo transformarás en piedra.

Encima de perra, apaleada… Por eso me inspira mucha ternura. Siempre me gustó la medusa. Las gorgonas. Las bestias que asustan. Y lo de que las algas se transformen en corales, el ejemplo rescatado por Calvino de las Metamorfosis, me parece hermosísimo.
Sí, claro que es poético... Y hasta la parte de "la perra": castigada por la "inocencia pasiva" que supone la hermosura de la mujer. No olvides que, como dijo Nikita Mikhalkov (creo), la belleza es la fuerza más poderosa de la naturaleza.

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