Descubrir a Richard Feynman. Lawrence M. Krauss – RBA 2012
Comencemos con las presentaciones. Rychard Feynman, muerto
hace 25 años, premio Nobel de Física en 1965 junto a Julian Schwinger y Shin'ichirō
Tomonaga por su trabajo en electrodinámica cuántica. Lawrence M. Krauss, doctor
en Física Teórica por el MIT y brillante divulgador (véase un ejemplo). Ya, el
ejemplo dura casi una hora, pero… qué queréis. Lo mismo pensáis que se puede
presentar a una persona con una línea. No hijos, no.
Feynman era eso para mí (una línea) cuando me encontré con
esta biografía escrita por el Krauss del vídeo ejemplo en la caja de la planta
dos de La Casa del Libro. Yo y las cajas, yo y el impulso… A por él, me dije,
que es un tipo muy atractivo este Feynman. Y no, no lo pensé por la foto. No sé
por qué lo pensé, pero lo pensé. Luego descubrí a Krauss (que me caía bien) como
“biógrafo” y, ni más ni menos, a Cormac McCarthy como “copy editor” (lo que
viene siendo “corrector”). El nivel de entusiasmo subió al límite. Quizás me
enterara un poco de qué iba esto de “la cuántica”.
Después, claro, he visto bastantes trozos de entrevistas a
Feynman con el nivel de endorfinas por las nubes; la famosa historia de la
flor, su experiencia en el proyecto Manhattan, sus últimos días…, todo me ha
parecido marvellous. He creído “ver” hasta sus famosos diagramas. Y cuando digo
ver, me refiero, muy probablemente a lo que vería un super hipermétrope
astigmático sin gafas. Pero algo es algo. El amor es ciego, dicen.
Las endorfinas siguen en su sitio, además, la primavera
ayuda; pero eso de la Cuántica, por no decir la Física en general, la Biología,
el mundo, la vida y “yo” como pequeño fenómeno terminan convirtiéndose (como
todo) en algo confuso que escapa de mí y me cansa. Me agota. Demasiados caminos
y variables para comprender algo. Termino siempre y sin excusa muy mareada y
sin saber ni siquiera lo que es un fotón (y eso que estudié ciencias puras y mi
modelo atómico era – al terminar bioquímica - el de Schrödinger con
correcciones – vale, seguro que es viejuno pero a ver quién es el guapo que me
cuenta el actual). Así que me falta valor para intentar escribir aquí de qué va
la biografía de Krauss sobre Feynman o, al menos, lo que ha significado para mí
leerla. Metería la pata seguro ya en la primera línea. Si ya me cuesta entender
(ver, comprender con cierta profundidad) los principios de la mecánica cuántica
“clásica”… imaginad lo que supone ni siquiera hablar de la teoría cuántica de
campos, o campos continuos… o partícula… o fotón (maldito fotón).
Pero estoy aprendiendo cosas, y voy a intentar contarlas.
Hay cosas bien divertidas en el librito con nombres muy
raros (integrales de caminos, lagrangianos o el principio de mínima acción…)
que sin embargo arrojan luz sobre cosas también muy raras pero cotidianas en el
paisaje de la física cuántica (la incertidumbre, dualidad onda corpúsculo,
doble rendija, gato de Schödinger, partículas mágicas que están en dos sitios a
la vez y que son dos cosas a la vez…, etc…).
Esta luz, no ha eliminado la borrosidad propia de “lo cuántico”, tan
solo me ha hecho ver la cantidad de “obstáculos” que había en mi camino. No sé.
Cada uno tiene una cabeza y yo, al menos, me he dado cuenta de que muchas de
mis preguntas básicas estaban quizás mal formuladas o bien, lo leído hasta el
momento no encajaba en mis patrones neuronales, yo qué sé (o estaba mal
explicado, que también). Si, parece una
gilipollez pero no significa lo mismo afirmar que “un electrón puede interferir
consigo mismo” en un contexto o en otro. En particular, si hay un esfuerzo
previo por hacer entender que los electrones tienen una probabilidad no nula de
estar en muchos sitios a la vez, hemos dado un paso hacia delante. Esto (que
parece una gilipollez) de hacer ver o, al menos pensar, que el cálculo de
probabilidades difiere muy mucho en un mundo clásico y en uno cuántico (y
cuando digo “hacer ver” me refiero a “hacer ver sin olvidar las matemáticas”)
tiene muchísimo valor para mí. Porque cuando muchos divulgadores hablan del
electrón (o cualquier otra partícula) parece que “hace o decide por sí mismo”…
Mírale que curioso, que está y no está, pasa por aquí y por allí a la vez. Pues
no. Hay unos observables y unas matemáticas que hablan (en varias lenguas) del
estado de esos observables en un sistema… un estado que no es clásico
matemáticamente hablando, es decir… la probabilidad o el cuadrado de la
amplitud de la probabilidad de un estado, o de un camino… Soluciones que no son
números reales y medibles, sino cosas
más complejas… que tengo que “medir”, con la incertidumbre que la propia medida
arroja sobre lo que en “realidad” estaba pasando antes de medir…
Pero bueno, seguro que ya estoy diciendo alguna gilipollez.
El caso es que, por casualidades de la vida, he tenido la
oportunidad de leer al mismo tiempo que esta biografía una serie impagable:
Cuántica sin fórmulas (del blog El tamiz). Así mismo la serie Incompletitud ymedida en física cuántica escrita por César Tomé para el Cuaderno de Cultura
Científica. No dejaré de agradecer estos felices encuentros, ya que han ayudado
a eliminar algunos obstáculos que tenía en el camino (o al menos, así lo he
sentido durante un tiempo). Tan solo el hecho de descubrir (gracias a César
Tomé en su serie sobre Incertidumbre y a Pedro
Gómez-Esteban en Cuántica sin fórmulas) que existen “interpretaciones” a la
física cuántica o problemas con la “medida”, me ha hecho respirar; sentirme
menos loca o ignorante, plantearme que hay preguntas sobre la “realidad de las
cosas” que pueden resultar absurdas en un contexto determinado. Ni siquiera
tenía claro que muchas de las “respuestas” categóricas recibidas respondían a una
“interpretación” (la de Copenhague). Ignoraba que Heisenberg decía (con las
implicaciones que esto tiene) que no tenía en cuenta la “realidad” de aquello
que no se puede medir. Tan solo sabía que había gente diciéndome que una
partícula pasaba por dos sitios a la vez. Y muy probablemente así sea pero… en
definitiva, mi paisaje no es el mismo que antes de dar con este librito sobre
la vida de Feynman. Ahora, al menos, sé que mi cabeza estaba más cerca (antes
de empezar a entretenerme con estas historias) de la de Einstein, Schrödinger,
de Broglie o Bohm. Salvando la infinita distancia, of course… y que, por el
contrario, el “calla y calcula” tiene cierto sentido, por no decir que quizás
tenga TODO el sentido…
Y es que parecía que todo esto era “magia”. Si. La cuántica
llegaba a mis oídos y ojos como “magia” y yo… jamás he creído en la magia sin
trucos. También parecía que todo esto no era comprensible para mí por su
carácter de “poco intuitivo”. Si hay algo que detesto es esa afirmación de “es
muy poco intuitivo”. Y no. Las cosas borrosas son borrosas, no poco intuitivas.
Si son borrosas no son A o B. Ni A ni B a la vez, son eso… borrosas. Tan solo
tenemos que comprender el tipo de imagen que arrojan y en el contexto que lo
hacen.
Por lo demás, el libro es muy, muy recomendable. Por
momentos confuso (abstracto quizás) para una mente que no esté un poco puesta
en ciencias puras. Aún con todo esto, la vida de Feynman, su vida profesional,
es delirante, tanto como lo fue su vida “social”. Y Krauss es un tipo que sigue
cayéndome muy bien, igual que McCarthy. No podía salir nada malo de este trío.
Comentarios
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Jimena San Martín
Desasosiego porque me doy cuenta de la escasísima formación que tengo para algunas partes esenciales del conocimiento (sobre todo de un conocimiento científico mínimo)y porque no puedo evitar una sempiterna curiosidad por caminar aunque sea con pasos ínfimos por algunos terrenos como la física, la biología molecular o la filosofía.
Placer porque me doy cuenta de la escasísima formación que tengo para algunas partes del conocimiento que me posibilitan aventurarme sin orden ni concierto en algunos territorios comanches para mí donde puedo encontrar la posibilidad de aprender algunas cosas.
Da gusto pasar por aquí siempre, eso sí. Por cierto, si no me equivoco has dicho tres veces la palabra "gilipollez" y aquí de eso no hay por ninguna parte :)